Educación

Prometer sin olvidar

Somos rápidos en prometer pero tardos en cumplir. Esa situación se da en las casas, as escuelas, la sociedad, entre amigos y conocidos. Esas promesas diferidas van creando en la gente un estado de sospecha hacia todos y rompe el espíritu de cualquier comunidad. En el ámbito político, nos hemos habituado a pensar en los candidatos como mentirosos que prometen antes de los votos y después cuando obtienen los cargos ya no recuerdan lo prometido. El pueblo se enferma porque han creado una esperanza y no la han cumplido.

El olvido de la palabra empeñada es uno de los rasgos desagradables de los hombres de hoy, aunque siempre fue así. Pero mediante la tecnología rápida, nos llegan las promesas que luego se olvidan. Hay además otro olvido más siniestro: es el olvido de quienes recibieron favores o beneficios y huyen del agradecimiento y del recuerdo. Eso trae efectos funestos porque los buenos se cansan y concluyen que los hombres son malos y dejan de ayudar. Eso sucede con los que deben cumplir un tiempo de “probación judicial” para quedar libres de su delito. Se los ayuda y la mayoría finge gratitud, aunque sólo buscan la firma del documento final. Después desaparecen para siempre.

En cambio, cuando prima la sinceridad y se cumplen las promesas, nosotros revivimos y renace como una aurora brillante la alegría en nuestros corazones. A los niños hay que enseñarles a cumplir sus promesas y tener cuidado de cumplir lo que se les promete. Eso que parece tan simple transforma a la gente en digna. Antiguamente para sellar una promesa la gente se daba la mano. Hoy además también te dan una palmada en la espalda, y luego destruyen tu esperanza. No debemos permitir que esa suceda. Hay que cambiar la sociedad por la fuerza del Espíritu Santo.

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