Orar sin cesar
Cuando hablamos de la oración, enseguida pensamos en “las oraciones”. Las oraciones son las que aprendimos desde niños de memoria y se pronuncian con la boca y salen sonoras, o al menos se ve que movemos los labios. No hay garantía de que esos rezos broten del corazón, porque podrían repetirse como hacen los loros, aunque no se puede prejuzgar. Eso depende del modo como aprendimos a pronunciar esas súplicas y del ejemplo que recibimos de nuestros padres, abuelos y hermanos. En la oración importa mucho que estemos en comunión con el Dios uno y Trino. Esa comunión con Dios hacía tan especial la oración de Jesús. El buscaba el silencio profundo para entrar en comunión con su Padre y lo llamaba “Papito”.
Ahora bien, la oración no puede ser algo que se hace a veces. San Pablo nos recomienda esto: Perseveren en la oración, velando siempre en ella con acción de gracias (Colosenses 4:2). Perseverar significa mantenerse constante en un modo de pensar, actuar o decir, sin desanimarse ni rendirse por el cansancio, el aburrimiento o el fracaso aparente. Si no nos rendimos, triunfaremos, y veremos que sucede lo que pedimos con Fe fuerte. Cuando nos acostumbramos a orar en todo momento, podemos decir resueltamente como en el canto nuevo: Rezo, rezo cuando duermo: piedad Señor de mis pecados, y mi maldad. Tú mismo me darás el premio.
Muchos se han acostumbrado a orar solo cuando necesitan pedir algo a Dios. Entonces se acuerdan de Jesús, del Espíritu Santo, de la Virgen, san José y todos los santos. Sin embargo, san Pablo nos enseña que la oración más agradable a Dios es la que brota de un corazón agradecido. Podemos habituarnos a otro modo de orar: Gracias te doy, Señor porque fuiste bueno conmigo y no me abandonaste en mi necesidad. Para este modo de orar lo mejor es recurrir a los Salmos en la Biblia: los salmos son oraciones para todas las ocasiones de la vida y para cada necesidad. Hay muchos salmos que son de alabanza y gratitud al Señor. Recordemos al menos ese que oímos a menudo en la comunidad: El Señor es mi Pastor: nada me puede faltar.