Escuchen a mi Hijo
ÍNDICE
Se necesita una mente atenta y concentrada para escuchar
La Oración es un proceso
Jesús y sus apóstoles suben a orar. Porque la oración es un proceso: hay que subir hasta Dios para que Dios baje a nosotros. Hay que esforzarse por subir junto a Jesús para que la Gracia de Dios nos llegue. Esa actividad de orar exige concentración, evitando las distracciones. Por eso, a la gente de hoy le cuesta tanto orar en silencio: no puede concentrarse por el hábito de ver televisión. La pantalla muestra imágenes para no pensar, te lo dan todo comido. Y terminas creyendo que eso es la verdad.
La visión de Jesús trasfigurado y de los profetas
Pedro y los otros ven a Jesús transparente. Él les muestra su identidad: es el Hijo unido al Padre en lo más hondo de su ser. Además Jesús les muestra su misión: igual que los profetas sube a lo alto para prepararse a su acción entre la gente. Pedro y sus socios están un poco despiertos y un poco dormidos. Por eso, Pedro se equivoca mucho cuando quiere preparar tres carpas, como si Jesús estuviera a la altura de Moisés y Elías. Dios interrumpe rápido a Pedro, y habla. Escuchen a mi Hijo.
Para escuchar se necesita silencio profundo
Pedro y sus amigos sólo tienen un silencio superficial. No pueden entender el misterio de Jesús: su identidad y su misión. No se trata de obedecer ciegamente a un “iluminado”, sin crítica y sin libertad. Al contrario, para escuchar al Hijo necesitamos cultivar una apertura de la mente, capaz de dejar cualquier prejuicio, preocupación y palabras de los muertos. Nunca vamos a comprender a Jesús y seguirlo bien, si no dejamos un conocimiento infantil que se queda en los sentidos exteriores, y no entramos en conocimiento superior, en el cual la Verdad hay que buscarla y encontrarla. Las palabras de Vida de Jesús, nos llegan sólo si morimos al bla-bla de este mundo. Entonces podremos seguir con Jesús hacia su Pascua.
