Catequesis

Abraham, padre de judíos y cristianos

La figura de Abraham es una de las más íntimas del judaísmo, sobre la cual parece poco lo que podría decir un católico. Es una impresión errada. Para el cristianismo, y en particular para los católicos, la figura y el mensaje de Abraham tiene una relevancia principal en el horizonte de la fe.

Hago tres observaciones previas. Ante todo, es tanto lo que se encuentra sobre Abraham en la tradición cristiana que se necesitaría una enciclopedia para poder transmitirlo. Padres de la Iglesia, escritores eclesiásticos, papas y obispos, teólogos y místicas, incluso los documentos más solemnes, traen continuas referencias a Abraham. San Justino, San Clemente Romano, San Irineo de Lyon, San Ambrosio, San Agustín, San Crisóstomo y decenas más han interpretado cada paso de la vida de Abraham: su peregrinar, su sacrificio y la promesa mesiánica que Dios le hace.

De modo especial, los Santos Padres han mostrado su admiración por la fe obediente y total al único Dios, evitando el politeísmo y preparando al pueblo en el cual nacería el verbo. Abraham es el jefe del pueblo que profetiza con su actitud al Mesías que debe nacer de su estirpe. Incluso, la doble partida de Abraham (de Caldea a Harán y de aquí a Canan) ha sido vista en sentido místico por numerosos escritores cristianos (Rabano Mauro, Pascasio Radberto): la peregrinación de Abraham es «figura» del llamado que Dios hace a la humanidad abandonar el contagio de las malas costumbres a fin de heredar su reino.

Luego de esta enseñanza de la fe a los niños y la predicación cristiana. En ellas, Abraham ocupa un lugar de primera linea. Cualquier niño de catecismo sabe quien es Abraham, el llamado y la promesa que recibió de Dios, y su respuesta de fe contra toda esperanza. Nuestros niños aman «el ciclo de Abraham» en la Biblia y el famoso icono ruso con sus invitados a la mesa.

Además hay que poner límites en este trabajo frente a la enorme documentación y a la experiencia múltiple de Abraham en nuestra Iglesia. Me pareció útil observar a Abraham en el catecismo de la Iglesia católica, una explicación oficial del depósito de la fe cristiana. Este catecismo es un compendio teológico de incalculable valor, aprobado por el Papa Juan Pablo II. Las aclaraciones del catecismo no son las únicas que coexisten dentro de la Iglesia, pero son «oficiales», e.d, enseñan con autoridad para el pueblo católico. Por otra parte, este nuevo compendio de la fe, sale a la luz a casi 30 año del Concilio Vaticano II, que cambió el curso de la Iglesia en 16 documentos del Magisterio solemne, entre ellos la declaración «Nostra Aetate» (1965, n.4) sobre el judaísmo como raíz del cristianismo.

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