¿Cómo se hace para orar?

Entrada en oración

Dignidad. Es la postura de quien habla y escucha a Dios mismo.

Atención. El valor de la oración no se mide por la estabilidad de la atención. La atención que se necesita es la de no ser apresurado, como quienes comen tragando sin masticar: molestan a los comensales, sufren problemas digestivos, necesitan enormes cantidades de alimento.

Devoción. Me entrego a lo que hago. Por lo tanto:

• No existe el teléfono cuando oro.
• No aceptamos interrupciones (pedidos, visitas  inesperadas, ruidos). Explicamos eso con claridad a los de la casa o comunidad.

¿Qué se hace durante el tiempo de la oración?

No se intenta descubrir ideas brillantes, pensamientos elevados sobre Dios, frases cautivantes sobre la fe. Es cierto que podemos pensar en Dios, tratar de conocerlo mejor y profundizar en su Misterio, pero la esencia de la oración no es cuando yo pienso.

No es para experimentar impresiones tonificantes. Es cierto que podemos tener el sentimiento de la presencia de Dios, una pacificación y gozo, y sentir fervor y entusiasmo, pero la esencia de la oración tampoco se halla cuando yo siento.

Sólo ora bien el Cristiano desinteresado, que no busca pensamientos o emociones. ¿Viniste a comer por la comida o por el amigo? La esencia de la oración se da cuando yo quiero. Al comenzar la oración se enciende el piloto automático, como hacen en los aviones una vez que alcanzan la altura del vuelo: el piloto automático lleva el avión a su punto de destino.

La esencia de la oración.

La oración es la adhesión de mi voluntad a la voluntad de Cristo. Por eso no consiste en la atención, ni en los sentimientos, ni en la actividad de la inteligencia. Consiste en la orientación de mi corazón o entrañas a querer lo que Dios quiere. En el momento de comenzar se enciende una luz: Quiero estar contigo, Señor. Y esa luz no se apaga hasta terminar, verificando de vez en cuando que no se apague, es decir, repitiendo: Quiero lo que Tú quieras, Señor.