Guía y consejo

Guía y consejo, 06 de enero de 2019

Cuando oímos música clásica o vemos una obra de arte no nos experimentamos a nosotros como personas con ciertos gustos por algunas cualidades brotadas del gusto de un genio artístico.

    Por el contrario, la auténtica experiencia del arte musical es exactamente lo contrario: nos encontramos de repente metidos en otro mundo: nos choca, nos sorprende, nos desafía por su emocionante belleza y la verdad que nos hace descubrir. Es como si se despertase en nosotros un instinto escondido para las cosas esenciales.

   Cuando oímos música no hacemos la experiencia del músico escondido en su composición. Al contrario, nos olvidamos del músico y reconocemos el misterio de nuestra verdad, que nos eleva y transforma como personas humanas. Más aún, oír música nos permite escarbar en nuestro interior hasta hallar nuestro centro interior.  Reconocemos nuestras vidas, nuestras posibilidades, nuestra realidad actual y nuestro horizonte. Escuchar música clásica no es sólo algo gratificante, sino que nos capacita para recibir el Espíritu Santo de Jesús.

   Ese entrar en nosotros significa que nos elevamos a nuestro “hombre interior” y descubrimos las posibilidades de nuestro ser.

   Oír música clásica de calidad, como la ejecutada en San Gabriel, destapa el instinto interior que está adormecido por la sociedad de la TV y el consumo.

                                                                                                          Osvaldo Santagada

El orden requiere equilibrio

Los Mandamientos no son sólo para cumplirlos. Hay que amarlos. Así lo dice el salmo 118 sin cansarse: Amo tus mandamientos, son más dulces que la miel. Sin embargo, a quien ni los ama ni lo cumple, debemos respetarlo, porque Jesús no quiere quebrar la caña caída ni apagar el cirio que todavía no se acabó (Mateo 12:20). Somos frágiles y por eso necesitamos ser tratados con delicadeza.

   El equilibro que es prudencia, sentido común, bondad es el principio para gobernar una familia o una comunidad, cuánto más una nación. El equilibrio nos mantiene a todos sanos: respetamos inmensamente a los demás, aunque no cedemos a sus caprichos ni aceptamos sus errores. El equilibrio no se da entre el bien y el mal. El mal hay que extirparlo desde que nace. El equilibrio se da entre varios tipos de bienes: respetamos las diferencias.

   El venerable Mamerto Esquiú no era muy equilibrado con sus cosas: regalaba todo lo de su casa a los pobres. Y la gente se reía de él.  Pero él era consciente de vivir en la completa dependencia de Dios y en el abandono a Él. El equilibrio va unido a la santidad, por eso acepta ciertas locuras, por ejemplo vivir en el desapego de las cosas materiales. Cuando se vive así la oración se hace más fácil: Señor Jesús, Hijo de Dios vivo, ten piedad de mí que soy un pecador.

                                                                           Osvaldo Santagada

Cristología de la semana

La cristología, una cuestión teológica

Como cuestión religiosa y personal la Cristología es anterior a los escritos del Nuevo Testamento. Porque se la plantearon los primeros cristianos cuando no había escritos. En nuestra época, además, es una cuestión teológica, y tiene que ver con ciertas cuestiones primordiales. 1º. Existe el contraste entre el Jesús de la historia y el Cristo de la fe. 2º. Existe la opción sugerida entre una Cristología funcional y una Cristología ontológica. Y 3º. Existe el problema de unir la preocupación del sujeto que busca con la riqueza objetiva del conocimiento sobre la Escritura.

   La cuestión del contraste entre el Jesús de la historia y el Cristo de la Fe, está vinculada a los escritos del Nuevo Testamento. Porque diferentes escritos suponen una diferencia en la competencia de quienes los estudian. Un historiador encontrará rápido el Jesús de la historia.  Una persona religiosa hallará enseguida el Cristo de su Fe.

   La cuestión del método cristológico depende de preguntarse si la Cristología del Nuevo Testamento es ontológica o funcional. ¿O existe otro modo de encarar este tema?

   La determinación del método cristológico se logra al pensar su estructura heurística, es decir, la estructura que permite descubrir y aprender desde los datos objetivos que se nos presentan, pero a los cuales hay que aplicar la inteligencia del sujeto.

    Estudiaremos las tres cuestiones referidas a la inteligencia del sujeto que investiga.

Bernard Lonergan

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