Guía y consejo, 13 de enero de 2019
El desorden es la gran tragedia de la vida. ¿Qué desorden? Vivir como si Dios fuese una parte de la vida, como esos que reza dos oraciones a la mañana y dos a la noche, y viven el resto del día ocupados en sus cosas. La tragedia es: o Jesús está en el centro de nuestra vida, o está mi ego con todas sus idolatrías.
Debemos unir los fragmentos de nuestra vida, y ponerlos en orden y dejar a Cristo en el centro. Solos no podemos hacerlo. La experiencia cristiana es alegre. Consiste en organizar la recuperación de la vida, para recoger lo perdido por nuestra soberbia.
En este mundo cada uno se siente príncipe: cada uno quiere ser patrón de modo que los demás sean servidores. Eso es propio de quien carece de libertad y en realidad, es un esclavo, pero no puede vengarse de quien lo esclaviza. Entonces descargan su odio sobre los demás. Es puro orgullo con sus espinas. Hay que volver a la vida.
El cristianismo tradicional no ha muerto. Por eso, aumentamos la belleza, el bien y la verdad para devolverlos a la vida. Si seguimos así moriremos de tristeza y amargura.
Jesús nos enseña a soportar el mundo con amor y cambiarlo como nos cambia el Espíritu Santo. No es tarea fácil, porque el Maligno está siempre al acecho para destrozar la obra del Evangelio. Es preciso ponerse a trabajar para que cambie nuestro modo de vivir la sociedad, la religión, la familia, la comunidad, la educación, las profesiones, la sexualidad y la tecnología. Si no cambiamos, caeremos con el colapso de esta sociedad.
Osvaldo Santagada
Sobre la calumnia
Somos responsables de nuestro honor y corresponsables del honor del prójimo. Por esa razón, tenemos el deber de defender el buen nombre y el honor de nuestros hermanos según nuestras posibilidades y los méritos acumulados por los otros.
El juicio temerario contra una persona determinada en un asunto moral importante es un pecado grave, pues ataca el fundamento necesario de la caridad y es un obstáculo para la justicia. Jesús dijo: No juzguen y no serán juzgados.
La calumnia es el delito de quien acusa falsamente a un inocente. Es un pecado porque la buena reputación es para un hombre un bien social de primera necesidad.
La calumnia es un ataque hacia los otros, y es mucho más grave cuando el otro no se puede defender. La calumnia es una afirmación falsa que intenta directamente destruir el honor de otra persona. Es una violación de la veracidad y la justicia a causa de la falsedad consciente de las imputaciones hechas a otra persona. Es también un acto de venganza de quien no tiene la verdad y busca quitarle al otro su fama. Porque la calumnia es un fraude empleado para engañar a otros sobre las acciones de los demás, imputando a los demás cosas falsas y carentes de verdad.
La calumnia es un pecado doble: mentira perniciosa y ataque injusto a la fama de otro. Es menor que el escándalo y el homicidio, pero es menor que el robo. Porque la calumnia roba un bien espiritual (la buena fama), que es más vital que un bien material.
Todos los pueblos hablan del calumniador por excelencia, en griego o diabolos, el diablo. Durante la vida de Jesús y su pasión aparece claramente el calumniador para arruinar la obra de Jesús sobre la tierra y todo lo que favorezca esa obra. El calumniador debe restituir la fama del calumniado. Ese es el primer principio de las obligaciones de la justicia. Sobre todo cuando el calumniado necesita su buena fama para cumplir sus graves deberes familiares, profesionales, porque la calumnia no sólo daña a una persona sino toca a cualquier comunidad de la que se forma parte. El mal de la calumnia no se puede tolerar porque atenta contra el Bien común: destruye la confianza y la estima mutua sobre la que se apoya la convivencia social.
Hermana de la calumnia es la maledicencia, una palabra que se basa en las apariencias de los hechos y que atenta contra el buen renombre de los otros.
Tanto la calumnia como la maledicencia son actos malignos cuya intención es romper la amistad que existe entre las personas.
Junto a la calumnia, aunque sea hecha por ignorancia invencible o irresponsabilidad moral, está la cooperación positiva de quien difunde la calumnia y la cooperación negativa de quien omite defender al imputado.
Cristología de la semana
Notas previas
Jesús verdadero hombre, confesado como Hijo de Dios, Señor y Salvador ha sido la base de la Fe desde el origen hasta hoy. Una nueva era de la teología trae nuevas señales sobre Cristo.
Nota previa: La Cristología: una cuestión teológica
La cuestión del contraste entre el Jesús de la historia y el Cristo de la Fe, está vinculada a los escritos del Nuevo Testamento, en cuanto históricos. Hay 3 clases de escritos históricos: 1) los de los temas de facto; 2) los de los temas morales y 3) los de los temas sobre a la Salvación. Diferentes escritos suponen diferentes personas competentes para estudiarlos.
Un historiador capaz de trabajar con cuestiones de facto es competente para tratar los hechos concretos que permiten entrar en los temas del segundo y tercer estilo de escritos históricos. Eso no implica que poseerá la sensibilidad moral o el interés religioso que le permitirían tratar de modo abierto y adecuado los temas de los otros campos. En concreto, este tipo de historiador puede tratar ciertos aspectos del Jesús de la historia, aunque no estaría capacitado para discernir el Cristo de la Fe, o para determinar los presupuestos reales del Cristo de la Fe.
De modo semejante, una persona religiosa puede discernir rápido el Cristo de la Fe, y salvo que esté capacitado en las técnicas de la historia científica, se acercará a una interpretación fundamentalista del Nuevo Testamento. Para este tipo de persona cualquier tema del Jesús de la historia, entendida al modo de la historia científica, no es una cuestión de ciencia sino de incredulidad y falta de fe. Con todo, hay personas religiosas, comprometidas con el Cristo de la Fe, que conocen bien la naturaleza y los procedimientos de la historia científica. Son conscientes de que el Nuevo Testamento fue escrito por gente de Fe y dirigido a gente de fe; saben que los autores del Nuevo Testamento se expresaron con palabras de su época y no con el léxico menos evolucionado del tiempo del Jesús de la historia. Y por eso, no sólo presentan el Cristo de la Fe sino se unen a las nuevas búsquedas sobre el Jesús de la historia.
Para el ateo el Jesús de la historia es una figura oscura, porque el Nuevo Testamento sólo despierta su incredulidad. Para el fundamentalista, el Cristo de la Fe es suficiente y por eso, piensa que los esfuerzos para reconstruir el pensamiento y el lenguaje del Jesús de la historia son equivocados y superfluos. Esta oposición radical entre el ateo y el fundamentalista se borra, cuando la gente religiosa corrige su visión histórica pre-crítica y cuando las personas cultas descubren en el Nuevo Testamento pruebas claras de la Fe de la primitiva Iglesia.
Aquí es donde se encuentra la clave del método cristológico. Se caracteriza por elegir lo válido de las opiniones actuales sin caer en posturas de cambio radical. Precisamente lo que puede llevar a un cambio radical es la tentativa de reconstruir el pensamiento y el lenguaje del Jesús de la historia. Lo válido en las opiniones actuales se basa en las evidencias claras que tenemos de la fe de la Iglesia primitiva. Al discernir la Tradición cristiana en esas evidencias, al captar su estructura y su comprensión, al dejar abiertas los temas en estudio sobre el Jesús de la historia, el verdadero teólogo encuentra el componente básico de una Cristología desarrollada con método.
Bernardo Lonergan