Había una vez unos zorros con pelambre bello. Son animales astutos que viven de robar gallinas y otras aves. Pero su viveza no servía con el hombre: un cazador experto los alcanza con sus rifles. Ni podían vencer a los tigres y a las águilas que los cazaban con rapidez. Un zorro joven dijo a los demás: Los tigres nos comen porque no nos ven unidos, las águilas nos llevan en su pico porque nos ven desunidos. Hagamos como el hombre: cuando se unen son firmes y no los vencen. Y los zorros formaron una grey.
Un día se presentó a ellos el ángel Gabriel y les dijo: Yo soy Gabriel, el que está delante de Dios. Tengo que decirles algo.
Los zorros dijeron: Tú eres el Ángel de la Virgen. ¡Qué te molesta de nosotros?
Repuso el Ángel de María: Pícaros zorros: He visto su piel peluda en los abrigos de mujeres y hombres.. ¿Por qué se han unido para cazar animales incautos?
El zorro rey habló: Sabrás que vivimos de los tontos y logramos unirnos para evitar que los tigres y las águilas nos venzan. Quisimos hacer como hacen los hombres en sus guerras.
El Ángel afirmó: Entiendo que ahora cazan más presas. Pero ustedes sólo se han unido para vencer, y cuando algunos consiguen comida no la comparten con quienes no tuvieron suerte. En eso ustedes son muy egoístas.
El rey de los zorros agregó: Es como dices, porque imitamos los humanos. Les cuesta mucho compartir sus riquezas con los pobres. Hacemos ellos: el que cazó algo se lo come y no lo comparte. Debes conversar con los humanos y enseñar que compartir es un valor que ellos no tienen: muchos son avaros de lo que tienen. Por eso al imitar su unión también nos copiamos su vicio de no afanan por sus hermanos en apuros… (GFI 11)