Vida

Volver a empezar

Se necesitan guías pacientes

 “Depende de usted”

Como ocupo un cargo relevante y tengo muchas experiencias, cuando hago una sugerencia enseguida la aceptan sin poner trabas. Eso significa que al barco lo llevo yo, y los demás miran y dicen: Depende de usted hacia dónde vamos. Por ese motivo, algunos proyectos que comenzaron bien los dejo estancados hasta que los grupos se den cuenta de lo que deberían hacer, o bien los termino para comenzar con un nuevo grupo. No puedo desechar a la comunidad, ni a la familia, pero en cuanto guía no puedo aceptar que todos dependan de mí, hasta para cosas nimias. Lo mismo pasaría en una casa en donde todas las soluciones deberían venir del padre o de la madre, sin que los demás participen. No hay que amargarse por tener que empezar de nuevo. Al contrario, es un indicio de buena salud, tener que comenzar otra cosa.

Una diferencia básica

Puedo guiar a una comunidad hacia la perfección. Eso es muy difícil porque cada persona tiene talentos distintos y ve las cosas a su manera. Hildegarda no guiaba a cada monja, sino que daba ejemplo de creatividad: poeta, música, mística, geógrafa, astrónoma, medicina casera, escritora, consejera. Cada monja de Bingen debía hacer lo mismo con sus talentos: había que desarrollarlos, hacerlos crecer, corregirse continuamente. Me encanta el dicho japonés: “La mejora continua”.  La gente necesita descubrir  lo que tiene que hacer y no esperar a que se lo digan para saberlo.

Tomar la iniciativa

A veces es preciso que en la familia, y los grupos, alguno tome la iniciativa sin pedir permiso. Y también es necesario que quienes forman la familia y el grupo se equivoquen y cometan errores. Hay dirigentes que se pasan los días haciendo declaraciones y dando discursos y, sin embargo, los problemas quedan sin resolver. Quisieran que todos corrieran por el camino que ellos les trazan. De Gaulle dirigía Francia y se apoyaba en sus ministros. Hacía tres preguntas: ¿Cuáles son los problemas? ¿Qué soluciones encontró? Escuchaba las respuestas y nada decía: confiaba en la capacidad de quienes había nombrado. La tercera pregunta era la decisiva, la única que le interesaba: ¿Hacia dónde estamos llevando a Francia? Él no decía lo que había que hacer. Debían descubrirlo, sea en educación, salud, relaciones, seguridad. (GFI.17,54)

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