Vivamos en comunión
El Papa Juan Pablo II nos pregunta: «¿Los cristianos viven la Iglesia como una comunión de amor?» Algunos piensan que «Iglesia» significan los obispos o los sacerdotes, y hablan de «la Iglesia», como cuando los mismos argentinos se refieren a nuestra patria diciendo «este país», como si no fuera el propio. La Iglesia somos los bautizados en Cristo que, presididos por El nuestra Cabeza, por la gracia del Espíritu Santo, damos a Dios la alabanza que merece y recibimos de El la protección y el amor.
Veamos en concreto como «vivir la comunión». ¿Sentimos que los bautizados, santos y pecadores, formamos una sola Iglesia? ¿Somos conscientes de que cada bautizado forma «la comunión» con los demás? ¿Defendemos la comunión de los creyentes, y manifestamos con claridad aquello que la rompe? Los que se han ido de la comunión católica, cuando quieren volver se someten a la penitencia y al rito de aceptación. ¿Sabemos que romper la comunión es un pecado grave?
Rompemos la comunión mediante la crítica injusta, la murmuración y el chisme sobre los demás; cuando dejamos de asentir a la enseñanza solemne del Magisterio sobre temas de fe y moral; cuando nos hacemos nuestra propia doctrina, como los que dicen que se confiesan con Dios directamente, o no aceptan a la Sma. Virgen María con las prerrogativas que le concede el mismo Evangelio.
Mostramos la comunión cuando ejercitamos el amor y la solidaridad con los pobres verdaderos. Pensemos en los inundados del litoral argentino y en las consecuencias que el desborde de las aguas tendrá en los próximos meses y años en sus vidas. Vivimos en comunión ahorrando desde ahora para esos argentinos damnificados en su existencia. Hacemos la comunión cuando avisamos de los enfermos y los difuntos a los sacerdotes; cuando damos ejemplo de fe a nuestros hijos; cuando nos oponemos a la injusticia, incluso dentro de nuestras familias; cuando impedimos que entren en nuestro hogar los que se burlan de Dios y quitamos apoyo a la TV, radio, revistas.
Hay otros modos de mostrar la comunión de Iglesia, más sencillos, pero igualmente respetables. Cuando vamos en peregrinación a los santuarios; cuando llegamos a nuestras parroquias antes de iniciarse la Misa; cuando cantamos con el corazón y nos alegramos de recibir la Palabra divina; cuando damos gracias Dios antes de comer, incluso ante invitados no practicantes; cuando comprendemos a los niños y adolescentes. Sobre todo, cuando sufrimos nuestra debilidad, enfermedad o desgracias con paciencia y auténtica fe.