Amor y Alegría

Una voz interna nos impulsa a dudar de Dios

Decir: Creo en Dios es lo más importante, fuente de cualquier otra verdad sobre el hombre, el mundo y cada vida. Decimos creo y no solo reconozco que existe. Creer no es una deducción de la razón, sino un acto que implica al hombre entero con entrega personal. Sobre este punto, y otros referidos al conocimiento de Dios, hubo y habrá discusiones. Para algunos la realidad de Dios se conoce mediante la simple razón; para otros se necesitan disposiciones del corazón y de la persona.

Es posible conocer a Dios por la razón natural. En concreto, nuestro ser humano histórico, predispuesto a los desvíos, necesita la ayuda abundante por la bondad de Dios. Conocemos a Dios con un saber que viene de lo creado, la gracia y el Espíritu.

Sobre Dios debo aceptar cosas en apariencia contradictorias. A Dios lo buscamos y se hace buscar. Se muestra y se esconde. Lo buscamos y no lo hallamos: pero es el pastor que busca a la oveja perdida, o el padre que espera al hijo perdido. Buscamos a Dios y El nos busca. El es Primero en amarnos, buscarnos, impulsarnos, perdonarnos.

Aquí aparece el ateísmo o, mejor, la ignorancia de Dios. Nadie está lejos de esa experiencia: en cada uno hay un ateo en potencia que grita y susurra cada día sus dificultades para creer. Cuando se habla de creer en Dios se admite que en el saber sobre Dios hay un acto de confianza y abandono. No se puede obligar a nadie a tener confianza. Puedo dar confianza a otro, sólo si me infunde confianza. Sin confianza no se vive. La adhesión a Dios implica un clima de confianza en el sentido y la verdad de la vida, y por tanto, en el sentido y verdad de su fundamento.

Hay muchos y distintos modos de acercarse al Misterio de Dios. La tradición occidental intentó comprender a Dios con una definición: Sumo Bien, Ser Subsistente, Ser Perfectísimo. La tradición bíblica no tiene esos nombres abstractos, sino enumera sus obras: usa verbos y no sustantivos: crear, prometer, elegir, guiar, nutrir. Refiere a lo que Dios hizo por su pueblo. Es una experiencia: la de ser ayudados en la prueba, cuando nuestra acción no servía; la de buscar la Realidad Ultima, que es Dios.

La tradición es justa: cada creatura ha recibido de Dios lo que es y tiene. Dios solo es la plenitud del ser y de perfección, el único sin origen y sin fin. Incluso en el Misterio cristiano el ser de Dios se nos presenta más misterioso. Dios se inclina hacia el otro: en El es más fuerte la relación y el don de sí que poseerse solo. Por eso, en la cruz, Jesús manifiesta el ser de Dios como un ser para los demás: es Quien se entrega y perdona

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