Una Navidad en 1944:
Hace 75 años la Navidad tenía otras costumbres. No teníamos hambrientos en el país; sólo los parientes de España que se morían de hambre. Así que algo capital en las casas era juntar ropas para mandar a los parientes. Ahora que ellos lograron ese destino material, la Navidad nos halla recolectando víveres para los hambrientos del país, de los más ricos de la tierra.
La Navidad en casa comenzaba antes ultimando los detalles del pesebre. Por aquellos años ninguna casa quedaba sin pesebre. El 24 se trabajaba hasta el mediodía, porque era época de la guerra mundial y había que estar a la cabeza para la exportación de cereales y el consumo interno. A la tarde se comenzaba a mover el barrio: había que ir a confesarse, hacer las últimas compras, las flores para la mesa, y conseguir las cajitas de estrellitas, buscapiés y cohetes que era el único regalo que recibíamos. En aquel tiempo los chicos teníamos regalos solo el 6 de enero, el día de los Reyes. La Cena de Navidad era a las 21 hs. La mesa se ponía con tutti i fiocchi. Sobre el aparador estaban las cosas que nos volvían locos: turrones, masitas, chocolates, pan dulce, plum pudding. A las once las familias católicas íbamos a la Misa del Gallo y al beso al Niño Jesús. Las iglesias resplandecían de velas y flores. Se cantaban villancicos. El pesebre de la iglesia era una obra de arte: tenía montañas nevadas, arroyos y ovejas. Nos quedábamos en silencio frente a esos pastores inmóviles, a esa Virgen María tan bonita y a San José, viejito. Volvíamos a la 1.30 a.m. en una trasnochada sensacional. Luego venía la parte más esperada: se hacía el brindis por el nacimiento de Jesús y se prolongaba la sobremesa con las cosas ricas. En esos instantes, estábamos intrigados de cuándo nos darían los fueguitos artificiales de esa época de penuria. Desde el balcón se movían las estrellitas en todas las casas. El almuerzo de Navidad era sagrado: venían los abuelos y algún tío y primos. El orden se conocía: fiambres, ravioles con fileto, matambre con ensalada, flan. Se ideaban juegos para la tarde. ¡Qué distinta habrá sido la primera Navidad! José y María impedidos de entrar en la casa, a causa de la impureza legal del parto. Debieron arreglarse como pudieron en ese pueblo insignificante de Belén, que sólo tenía la fama de que allí había nacido el gran David. Esa primera Navidad fue de pobres. Sólo pastores llegaron a ver qué luz era esa que salía de una gruta. María adorando a su Hijo, cuya concepción había sido fuera de toda ley humana. José, silencioso, contemplando el misterio. Los pastores deslumbrados por que les habían dicho los ángeles que había nacido un Salvador. Ayer y hoy, seguimos celebrando el mismo misterio de la Encarnación. Ayer y hoy seguimos reuniendo a la familia para brindar por el Niño que nace, y es el Salvador.