La Argentina Hambrienta

Una comunidad que canta

A mediados de febrero de 1998 comenzamos a usar la antología de cantos litúrgicos «Cantar y orar». Al principio con timidez y luego con más decisión, los fieles de San Gabriel Arcángel compraron su cantoral y se pusieron, con tenacidad, a aprender los cantos mirando notas incomprensibles. Pienso que después de un año y medio de cantar con «notas» y el texto de los salmos, se puede hace un intento de balance de lo que se ha conseguido con esta experiencia. En cuanto párroco, me parece que me toca a mí ser el primero en hacer este resumen para que otros se animen a seguir el mismo camino.

Ante todo, nuestra parroquia no podía asumir el gasto de comprar antologías para sus feligreses tanto por la cuestión económica, cuanto por el estilo cultural de nuestra gente (con la «mejor voluntad» habrían desaparecido los ejemplares). Decidimos entonces que cada feligrés interesado tuviera su propio cantoral, al que se le colocó un número y se guarda en un pequeño mueble a la entrada de la iglesia. Así cada uno podía tomar su ejemplar al llegar a la iglesia y dejarla antes de irse. Otros fieles, tienen su antología y la traen y llevan consigo. Otros, ya sea por dificultades de la vista, ya sea por problemas de la garganta, o simplemente porque en nuestro país no hay «cultura del canto popular», se mantienen alejados de los cantorales. Un pequeño problema se nos presentó con los padres y padrinos de los bebés a bautizar: lo resolvimos teniendo algunos ejemplares disponibles para visitas y personas serias que no se llevarán el cancionero.

El primer desafío que tuvimos que enfrentar es sacarle a la gente el miedo a las «notas». ¿Qué significan esas figuras redondas, negras, con ganchos, sin ganchos? La impresión primera era de que estaban ante un idioma desconocido. Poco a poco, la gente se fue dando cuenta que esas notas tienen un sentido: aprendieron a distinguir una nota larga de una nota breve, incluso a darse cuenta de lo que significa el «puntillo», que alarga la nota precedente y acorta la que sigue. También comprendieron la belleza que posee un canto cuando se lo mira tal como lo pensó y realizó el poeta y el compositor musical. Una página de música tiene su hechizo y cuando las melodías ya se conocen, facilitan enormemente el canto. La gente también entendió que algunos cantos tienen una introducción musical en notas pequeñas y la esperan, que otros son para solista y comunidad, que otros son «cánones», que se pueden empezar en A, B., C. o D formando una polifonía sencilla y fácil de ejecutar. Se perdió el miedo. Lo más interesante fue que los primeros en perder el miedo fueron los chicos del catecismo cuyos padres les compraron la antología. Ellos usan el cantoral como la cosa más normal y buscan los salmos, porque quieren seguir la letra que canta el solista.

La gente de mayor edad, sintió mucha alegría de tener la música y la letra de los cantos «antiguos», es decir, que tienen más de cuarenta años, los de su infancia. Otros se sintieron satisfechos de que aparecieran las cantos que se repiten cada domingo sin faltar en las parroquias a las que concurren a veces. Otros se dieron cuenta de que cantar un Kyrie no tiene mayor dificultad y que hay letras tan hermosas que tocan el alma. Junto con la libertad para cantar, muchos comprendieron que el canto es un modo de oración muy importante. En efecto, el que canta no puede tener la mente ocupada en otras cosas: debe concertarse en lo que está diciendo y entonando. Libertad y concentración han sido las dos primeras consecuencias del uso de la antología «Cantar y orar».

Hay asimismo un cierto orgullo santo de los feligreses. Como en ninguna iglesia existe un cantoral tan bellamente encuadernado y con la música, los feligreses sienten que cantar con una antología es una especie de privilegio singular que poseen. Un señor desconocido que vino de pasada a «oir» Misa, dijo: -«Esta Misa parece un concierto». Le contesté: – «Es más que un concierto: es la respuesta de un pueblo a su Dios, que lo ama». Es verdad, el canto es propio de quien ama y es amado.

Otro efecto del canto con la antología es la posibilidad de explicar a la gente los ritmos distintos, de hablar un poco de los autores, de mostrarles la riqueza de melodías de cada siglo y cada época. Como se trata de una «antología», este cantoral es una selección de lo mejor que ha habido en cada etapa católica. Por consiguiente, en el momento de elegir todos los cantos son tan lindos que no se sabe por cual decidirse. En este momento, la comunidad tiene un repertorio de unos trescientos cantos. Que quede claro que eso ha sido un trabajo semanal durante seis años. El cantoral podría tener un índice temático: no fue hecho porque habría que haber agregado más de cincuenta páginas y se hubiera hecho más «pesado» para sostenerlo. Los responsables de la música en cada comunidad pueden encontrar los temas de cada domingo con relativa facilidad: el pan, el agua, la luz, la verdad, la Palabra, el amor de Dios, la entrega de Jesús, la esperanza, la voluntad de Dios, la vocación, la justicia, la solidaridad.

Por fin, último e igualmente importante, el canto de los fieles concentrados en él es un una medicina que sana muchas heridas espirituales y físicas. Ya está probado por los científicos el valor terapéutico de la música y se suele usar incluso en las operaciones quirúrgicas más complicadas. Por algo la Iglesia Católica, desde sus inicios cantó y san Pablo y el Apocalipsis traen cantos inspirados de la primitiva comunidad. El canto sana y mejora la salud. Más aún, el canto ayuda a recuperar los valores humanos que se perdieron, como por ejemplo la importancia de la belleza y de lo estético en la vida. Sé que hay varias comunidades que han comenzado a cantar con muchos ejemplares de «Cantar y orar»: Villegas, Tres Arroyos y Saavedra (BA), Rafaela (SF), Tucumán (T), Colegios del Carmen (calle Paraguay) y Ana M. Janer (Capital), Hospital de Gastroenterología y Sanatorio San Camilo (Capital). Otras comunidades han empezado a probar. Y en otros casos como S. Antonio de Areco, cada ministro del alivio tiene un cantoral. Cantamos y oramos.

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