Tiempo de adviento, tercer domingo
El Tercer Domingo de Adviento se conoce como “Domingo de Gaudete”, es decir, domingo de gozo y alegría, por lo que se nos invita a vivir alegres, porque el Señor está cerca.
“Tiempo de cambiar”
ÍNDICE
Que los trabajadores vuelvan a la Iglesia
El primer cambio es conseguir que nuestros parientes y amigos que han dejado a la comunidad cristiana recuperen su pertenencia a la Iglesia y la muestren a los demás. Una de las cosas que más ha dañado a la Iglesia Católica es lo que aparentemente es muy positivo en ella: la solidaridad dando de comer a los hambrientos, dando ropa al necesitado, dando alimentos a los que no llegan a fin de mes. Eso no ha ido acompañado por una Evangelización de todas esas personas. Recurren a la Iglesia porque piensan que es rica. Como el papa y los obispos viven en magníficas residencias, como los sacerdotes usan automóviles de los últimos modelos, la gente piensa que ellos no pertenecen a ese mundo clerical al que no le falta nada. Recuperar a la clase trabajadora para la Iglesia. Porque viven obsesionados por levantarse un peldaño en la escala social. Por eso, trabajan sábados y domingos. Muchos no han perdido la Fe, por suerte.
Que quienes vienen a la Iglesia recuperen su misión
Los que vienen a la Iglesia vienen a Misa de vez en cuando. Su participación activa, consciente y fecunda es cada vez más escasa. Se contentan con estar en un espectáculo que hace el cura. Ya no se confiesan. Cauterizaron su consciencia y así se acercan a comulgar en pecado mortal y no les importan los que vienen y se van lo antes posible. Muchos sacerdotes han aceptado ese estado de cosa para no perder “clientes” de su supermercado espiritual.
Que sacerdotes y fieles laicos recuperan su vida espiritual
El cambio requiere volver a las fuentes de la vida espiritual: ante todo la oración silenciosa, la oración en la familia y en la casa, la oración antes de comer y en las fiestas donde vienen parientes. Sin estar comunicados con Dios es imposible lograr que los trabajadores vuelvan a la Comunidad ni que los fieles laicos recuperen su misión de anunciar el Evangelio. Luego está el amor a la Palabra de Dios: la lectura cotidiana del Nuevo Testamento. Después hay que retomar la práctica de la confesión frecuente y de la Misa diaria.