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Dios no puede cambiar un huevo frito, pero puede darnos setenta huevos crudos.
Hoy vivimos en una Iglesia en donde con facilidad se quebrantan los mandamientos: matrimonios rotos, abortos, religiosas y sacerdotes que se van, embarazos fuera del matrimonio, amistad traicionada, relaciones rotas, aventuras que trajeron amargura, errores serios, pesares agudos. A veces con sentido de pecado, a veces sin él. Muchos piensan que su actitud es irrevocable. No hay que pensar como se piensa hoy: ya nada se puede perdonar. Por eso, algunos creen que su pecado o su error los marca para siempre. Es una ley rotunda. Ya los cristianos no creen que haya una segunda oportunidad. Nací en un catolicismo moralista en donde uno no se comprometía con el pecado.…