«Siempre tienen pobres entre ustedes»
Para Jesús la pobreza debe ser mitigada. Los documentos de la Iglesia declaran que hay que luchar por los pobres. Es claso que no se identifica a los “pobres” sólo con la gente de las “villas”. Hay pobres materiales y espirituales junto a nosotros.
Jesús habla así en la última semana de vida. Una mujer – sin nombre – entra en el comedor con un frasco de mármol fino lleno de un caro perfume, lo rompe y lo derrama sobre la cabeza de Jesús, al modo como los judíos ungían a los reyes. Llenos de furor, algunos dicen molestos: ¿Para qué este derroche de perfume? Podría ser vendido por más de trescientos denarios y habérselo dado a los pobres.
Jesús afirma: Déjenla. ¿Por qué la molestan? Hizo una obra buena conmigo. A los pobres los tienen siempre con ustedes, y cuando quieran los pueden ayudar. A mí no me tendrán siempre.
En esta escena Jesús no habla de los pobres, sino de sí mismo: anuncia por cuarta vez su muerte y acepta que lo consideren el Ungido [Mesías (en hebreo), Cristo (en griego)].
Jesús no predice el futuro. Señala el momento único de compartir una cena, y lo compara con una situación humana presente (pobres hay por todas partes). Y cita un texto de la Biblia (Deut. 15:11): Nunca faltarán necesitados en el mundo. Por eso les mando que ayuden generosos a sus pobres. El texto dice antes: Entre ustedes no debe haber necesitados (15:4). Somos argentinos y cristianos. Sin separación. El mandato de la Justicia social vale como un mandato religioso. Hay que quitar la injusticia y la pobreza de este mundo. (In 12).