Senado: ¿culpables o responsables?
Desde hace un tiempo hemos podido oír a varios senadores y gobernantes decir que tenían «la conciencia tranquila» frente a acusaciones de sobomo y coimas. Esa expresión es fruto de un individualismo exagerado, propuesto incluso por los cristianos. Las consecuencias del pecado en la comunidad son vistas sólo desde el punto de vista de cada persona subjetivamente. Así ante cualquier proble ma relativo a escándalo, cooperación en el mal, exigencias de la justicia en cuestiones económicas, responsabilidad social y política, desesperación de jubilados y enfermos, los gobernantes, empresarios, políticos, legisladores, jueces, dirigentes eclesiásticos y otros, tratan de descubrir como pueden cumplir sus obligaciones indispensables para que «su conciencia nada reproche». Desde esa óptica, el único camino para vencer el pecado en el mundo sería insistir en que cada uno se convierta. Según esa opinión que rechazamos, los aspectos sociales, malignos, injustos en la sociedad son sólo efecto de errores personales.
Este equívoco que nadie ha aclarado, reposa en unas palabras que se consideran sinónimas, pero no lo son: responsabilidad y culpabilidad. La persona responsable de una acción intrinsecamente mala aparece también comúnmente como culpable. Si hay algun elemento que disminuya su culpa, la gente piensa que también su responsabilidad es menor. Por eso, repiten que «mi conciencia no me acusa» y así se creen menos responsables y solidarios de su puesto en la sociedad.
Un refrán ayuda a explicar la diferencia entre responsabilidad y culpabilidad: «no basta la buena voluntad». Se puede estar lleno de deseos de ayudar a la gente, y sin embargo provocar una serie de efectos desastrosos. Al que haya actuado de buena fe, no se lo puede condenar como perverso y pecador. El ejemplo es el de los gobernantes: nadie puede culparlos de haber puesto ilusiones y esfuerzos y al fin obtener exactamente lo contrario. Pero desde un punto de vista comunitario y no individualista, esos gobernantes son los verdaderos y directos responsables de lo que pasa. La conciencia hace una pregunta solamente: ¿estuviste bien o mal? La responsabilidad hace esta otra pregunta: ¿quién hizo esto y cuál es la causa? No se puede desvincular a las personas que tienen «responsabilidad pública» de las consecuencias funestas para la sociedad de sus acciones, por el hecho de no haberlas querido hacer. Hoy no se puede dejar de lado la dimensión comunitaria de nuestra responsabilidad, aunque la propia acción no sea pecado. Si no hay culpa no hay que arrepentirse, pero si hay responsabilidad hay obligación de «reparar»el daño causado al pueblo. El político que se ha presentado para gobernar, tiene obligaciones sociales que no pueden ser examinadas solamente desde la moral individual. La responsabilidad de los gobernantes es el compromiso para construir una sociedad más justa, humana, y digna. Si los hombres públicos miran sólo sus intereses personales (o de su grupo) se da una perversión que se llama «pecado social» y exige reparación. Es bueno recordar esto en medio de la crisis que vivimos.