Catequesis

San Cesáreo de Arlés sobre el ayuno y la limosna

Aprendamos de los Santos Padres que formaron la Tradición Católica. San Cesáreo nació en Francia en 470 aD y murió en 543. A los 18 años bien preparado en las ciencias de la época quiso ser sacerdote y entró en una abadía cerca de Arlés. El obispo notó al monje en su dignidad y tareas y lo pidió al abad para reformar un monasterio relajado. Cesáreo compuso reglas y tomó disposiciones que después se usaron en toda Francia, como por ejemplo que el Oficio de los Salmos se cantase todos los días de modo obligatorio. Cuando fue nombrado obispo de Arlés, compuso sermones para que los leyesen al pueblo los sacerdotes que habían dejado de cultivarse. Y a diferencia de otros prelados, vivió en la austeridad y la sencillez. Estas son sus palabras:

“El ayuno sin limosna no es ningún bien, a no ser que se trate de un pobre que no tiene nada para dar. El ayuno sin limosna es como una lámpara sin aceite.
Una lámpara que se enciende sin aceite sólo da humo, pero no puede dar luz.
De la misma manera el ayuno sin limosna puede hacer sufrir el cuerpo pero no ilumina el alma con la caridad.
Por lo que se refiere a este tiempo, hermanos, ayunemos de tal manera que nuestros banquetes sean entregados a los pobres. De modo que lo que estamos por dejar de comer no se destine a nuestras bolsas, sino al estómago de los pobres.

Porque la mano del pobre es la caja en la que se depositan las limosnas para Cristo, y lo que recibe lo coloca en el cielo para que no se pierda en la tierra. Y aunque el alimento que recibe el pobre se consuma, el mérito de la buena acción se conserva en el cielo”.

Homilía III de Cuaresma, 6.

En la Patrología Latina editada por Migne, tomo 17, col.676-678.

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