Salados por el fuego
Preparación del Evangelio del domingo que viene, para no sorprendernos
“Dijo Jesús: Porque cada uno será salado por el fuego. La sal es una cosa excelente, pero si se vuelve insípida, ¿con qué se la volverá a salar? No pierdan su sal interior.”
El fuego es el Espíritu Santo. Lo dice san Pablo a los cristianos de Tesalonica (1: Tes 5-19): “No apaguen el fuego del Espíritu”. Todo el Nuevo testamento es unánime en que el Espíritu Santo es fuego. Por su parte, la sal es el conservante natural, que tiene propiedades antibacterianas. Por eso se usa sal para conservar los alimentos. Jesús nos advierte que podemos perder nuestro poder conservante : «La sal es buena, pero si pierde su sabor salado, ¿cómo puedes volverla salada?”
¿Cómo se pierde el poder conservante de nuestra sal interior? Perdemos la fuerza del alma por cualquier trauma, muerte de un ser querido, estrés, shock, fracaso, frustración, engaños. Y quedan en nosotros agujeros vacíos que intentamos llenar de cualquier cosa. Es necesario recuperar el alma, la sal perdida. ¿Cómo se recupera? Mediante la confesión de los pecados que nos devuelve la fuerza del Espíritu Santo. No es necesario contar los traumas y experiencias estresantes, basta con simplicidad de seguidor de Jesús, reconocer las propias culpas y estar arrepentidos de ellas, con todo el corazón. El alma se siente volar de nuevo. Nos ha salado el Espíritu de Dios.