Revitalizar al pueblo católico
Muchos católicos ya no participan en la Misa. Eso se ve en los que se quedan en los ritos externos, sin lo requerido por un acto real: que brote de dentro. El ruido en las iglesias no es unión entre la gente, sino pérdida de vivir a Dios de modo íntimo. Es básico el orden del alma: para recibir la Palabra y entrar en comunión con Jesucristo.
Los jóvenes sienten el deseo del alma. Aceptan exteriorizar si comprenden lo que pasa en el culto: lo hace Dios, no nosotros. El culto es el encuentro con Jesucristo. El nos da el Espíritu para llegar al Padre. Y nos llama a trabajar por la justicia y la verdad en el mundo. Él nos impulsa. Su gracia es lo primero. Nuestra respuesta viene después.
Hay que saber lo que nos distingue de los demás: no somos mejores, sino diferentes. Somos católicos y eso hay que valorarlo. Hoy no bastan anuncios de hermandad, paz y el amor. Hay que entrar en la obra de Dios, la salvación que da por medio de los sacramentos.
En el culto se halla la fuerza para ser testigos de Jesús, en la familia, y la sociedad; para caminar en el amor de Jesús por su Iglesia; para crear comunidades sanantes.
Fomentar el arte de avivar en la gente el misterio de la Fe, la experiencia del silencio y el canto, y el gusto por la oración. El inicio vale mucho si queremos captar la verdad y amar a Jesús. Si la comunidad vive esa fe intensa, nos hacemos apóstoles. Hay vida en los templos, falta “vitalidad”. El contagio de la sociedad sin horizonte es evidente