El purgatorio - Osvaldo Santagada - Parroquia San Gabriel Arcángel Villa luro
Catequesis

Principios para una comprensión del más allá

1 Para muchos contemporáneos – incluso católicos (sin mencionar a otros cristianos que guardan silencio sobre esto y no mencionan a los difuntos) – la vida concluye con la muerte. Este sería el trágico final que nos esperaría. Nada más opuesto a la tradición católica genuina sobre el hombre y su destino: el fin no es la muerte, sino realidades más allá de la muerte.

Es imposible comprender la doctrina del Purgatorio y las demás realidades últimas (o fines últimos) sin ubicarla dentro de un todo sobre el hombre. El hecho de que no se predique ahora sobre el purgatorio, ni se rece en público por las almas del purgatorio, no significa que en el todo católico no exista la doctrina del Purgatorio como una parte integral. Suprimirla es quitar al todo una parte y, por consiguiente, privar a la doctrina católica de algo substancial.

Por ese motivo, es preciso investigar con cuidado que ha sucedido para que algo esencial en la doctrina cristiana se haya oscurecido tanto que ni obispos, ni presbíteros, ni diáconos, los pastores prediquen ya sobre ello, aunque –gracias a Dios- el pueblo creyente mantiene firme su fe en el destino trascendental del hombre, más allá de esta vida terrena. Asimismo, es significativo que en muchas oraciones y predicaciones ya no se dice la “salvación eterna” o la “vida eterna” y se ha quitado el adjetivo “eterno” casi por completo.

El punto de partida que pienso asumir en estos pequeños capítulos es que, precisamente, “al final” tendremos un estado de especial significado y valor para el modo de vivir la vida presente. Las realidades Ultimas (voy a usar esta expresión porque tengo mis objeciones a la palabra escatología que suelen usar algunos teólogos) indican que nuestra condición humana no concluye con la muerte física y que al final o Más Allá de la muerte física se dan unos fenómenos particulares sobre los cuales en veinte siglos de cristianismo se ha formulado una doctrina que fue desplegándose de a poco. Las Realidades Últimas afectan de modo incalculable nuestra visión de la realidad total, y no podemos abandonarlas.

2. La realidad total del hombre se refleja en el modo como cada persona entiende su destino. Cuando se quita (o se oculta) una parte de esa realidad, se afecta la entera comprensión que cada uno tiene de sí mismo.

Por eso, en la medida en que cada uno es parte de la realidad total del mundo, el hombre necesita interpretarse como parte de una realidad más completa que la sola vida en este mundo: de allí que la Iglesia Católica haya hablado de las Realidades Últimas desde hace veinte siglos. Los gravísimos genocidios que acabaron con la vida de millones de armenios a manos de los turcos desde 1898 a 1914, de millones de rusos a manos de régimen stalinista de la URSS desde 1924 a 1941, de millones de judíos y cristianos (locos, discapacitados y gitanos) bajo el régimen nazi de Alemania (y en Polonia y Rusia) desde 1933 a 1945, han dejado un sabor amargo en los pueblos del mundo y contribuyen a guardar silencio sobre las Realidades Últimas.

El destino final del hombre se refleja en la terrible muerte de tanta gente y de esa manera ocurre una desafección por conocer las Realidades Últimas. Porque hay un vínculo estrecho en el modo de morir y el modo de concebir el Más Allá, aunque haya una diferencia inmensa entre la existencia humana terrenal y la existencia en el Más Allá.

La Iglesia ha repetido y repite que no podemos conseguir la Vida eterna sin la experiencia que tuvo en el mismo Hijo de Dios hecho hombre. No se puede conocer la aurora hermosa de la Vida bienaventurada, sin haber pasado antes por la oscura experiencia de la pasión (dolor, sufrimiento, desesperación) y de la muerte.

No podemos alcanzar nuestra completa y total realización como personas humanas, sin soportar la aflicción como personas humanas, sin soportar la aflicción y angustia de nuestra condición humana concreta, signada por los efectos y consecuencias del pecado en la naturaleza humana. Dios creó al hombre para la felicidad y no para la muerte. Sin embargo, en el designio de Dios está la redención por medio de la pasión, muerte, sepultura y resurrección de su Hijo eterno, Jesucristo, y el envío del Espíritu de amor.

3. La doctrina del Purgatorio es una parte esencial de una visión completa de la condición humana, no sólo llamada a existir en esta realidad dolorosa y compleja, sino también destinada a las Realidades Últimas.

Por Realidades Últimas entiendo las que siguen a la muerte y se expresan en el Credo con la expresión “Creo en la vida eterna (o perdurable)”. Ellas son:

1°. El Juicio particular de cada difunto;

2°.El Cielo;

3°.El Purgatorio o Purificación final;

4°.El Infierno;

5°.El Juicio final de toda la humanidad;

6°.La esperanza de un Cielo Nuevo y una Nueva Tierra o inauguración del Reino de Dios.

En estos capítulos trataré –Dios me ayuda- los fundamentos que nos permiten sostener esta doctrina católica que pertenece a nuestra Fe.

Desde ahora, debo decir que me opongo a la teoría del protestante Rudolf Bultmann (un exégeta bíblico alemán que ha hecho escuela también y por desgracia entre los católicos) que sostiene la teoría de una resurrección de los muertos aquí y ahora. Eso es lo que a veces se oye en los cementerios de parte de sacerdotes ignorantes que anuncian a los deudos que “este difunto ya comparte la gloria con Cristo”, anunciando la resurrección para todos y cada uno sin necesidad de un juicio de Dios sobre su vida. La teoría de Bultmann no es compatible con la multiplicidad de muertes (no es lo mismo la muerte de infantes o niños, incapaces de pecar, que la muerte de los responsables de la corrupción humana y el destrozo de las gentes o quienes se dijeron que Dios era demasiado bueno como para fijarse en la inobservancia de Sus Mandatos).

Igualmente me opongo a la teoría de un teólogo protestante suizo, Oscar Cullmann –por otra parte muy cercano a las posturas doctrinales de la Iglesia Católica en otros temas- que propuso la teoría de una dormición general. La teoría de Cullmann no toma en serio el carácter personal de cada muerte. Ambas teorías desconocen el hecho de que la muerte pertenece a este estado intermedio, que por la muerte llegan a la madurez y que la resurrección será el triunfo de la Gracia de Dios.

Un comentario

  • María Celia Cicchitti

    Hace unos días , uno de mis nietos , de 17 años , me preguntó que creía yo que pasaba después de la muerte. Mi respuesta , ante una pregunta inesperada, fue decirle aquello que como católica , apredí a creer. La muerte no es el fin , sino el principio de una existencia perfecta y eterna junto a Dios . Además es la esperanza de ver otra vez , a aquellos que amamos. y que ya no están . Mi respuesta fue simple , y satisfactoria para un chico , que como todos los de hoy , desean respuestas cortas. Pero ésta pregunta , hizo que luego , yo me interrogase a mi misma. ¿Que creo yo , que hay después de la muerte , pienso en ello o trato de evitarlo? Hoy su artículo parece una respuesta a mis interrogantes. Lo leeré con mucha atención . Gracias.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *