¿Por qué en San Gabriel no se permite filmar la Misa?
ÍNDICE
1. La misa es algo sagrado, no un espectáculo
Lo peor del espectáculo con el que se han contentado muchos fieles es que el único que aparece es el sacerdote. Eso es pésimo porque la Iglesia exige la participación física de los fieles. Sin comunidad, no hay Iglesia. El obispo solo o el sacerdote solo no es la Iglesia. Y en las Misas “virtuales” han estado más pendientes del espectáculo que del rito. Mirar una Misa por televisión o redes es algo piadoso pero no es la Misa como Jesús la quiso. La Iglesia somos todos los bautizados y por más que nos den permiso para no cumplir el precepto dominical, los verdaderos católicos saben que sin la Misa con la presencia física de la comunidad, es un piadoso acto, pero no la verdadera Misa.
2. El golpe emocional que sintieron los que vinieron a Misa desde el 29 de septiembre.
La gente que vino a Misa después de siete meses de arresto domiciliario sufrió un golpe emocional, cuando sintió los cantos, oyó las respuestas y una prédica dirigida a ellos. Tardaron un rato en reponerse, tanto que luego advertí a la gente que llegaba por primera vez que iban a pasar por una fuerte experiencia, como si fuera muchísimo tiempo sin venir a la Iglesia. De cualquier modo, la restricción de 20 personas por Misa, que no ha sido levantada, hace que la gente siga encerrada en su casa con pánico de morirse de fiebre china.
3. Cantamos un canto para sacarnos el miedo.
Nuestro organista compuso un canto nuevo con estas pocas palabras: No tengo miedo a la muerte, me cubre el brazo de Jesús: él mismo me dará el premio. Es una música que toca lo más profundo del ser. Porque algo que caracteriza al católico verdadero es la confianza total en Jesús. Creerse inmortales es una locura: todos morimos y la hora la sabe sólo Dios. Y hay que evitar el contagio sobre todo de una mente que se enferma por el miedo. ¿Cómo se puede experimentar por Misa virtual lo que significa ser perfumado con incienso? ¿O la experiencia impactante de una comunidad que afirma su fe en la Eucaristía diciendo en alta voz después de la Consagración del pan y del vino en el Cuerpo y Sangre de Jesús: Señor mío y Dios mío?