
Para vivir la alegría de Jesús
La gente considera alegría la farra, la jarana y la diversión. Es un error. Ni siquiera la fama, el poder y el dinero traen la alegría perfecta. Pueden leer la Florecillas de San Francisco de Asís para encontrar un discípulo que entendió al Maestro.
Jesús dijo: No se alegren de que los demonios se les sometan; alégrense de que sus nombres estén escritos en el Cielo (Lucas 10:20 y también Lucas 15:6-7; 15:132). Y el escritor de la carta a los Hebreos habla de Jesús como alguien cuyo motivo para morir fue por el gozo en el que Él entraría por su sacrificio de expiación.
Por tanto, teniendo alrededor tan gran nube de testigos, renunciemos a todo el peso del pecado que nos tienta, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y principio de la fe. Jesús, por la alegría puesta ante de él, sufrió la cruz despreciando el oprobio, y se sentó a la derecha del trono de Dios. Consideren a aquel que sufrió la maldad de los pecadores contra sí mismo, para que su ánimo no se canse, ni desmaye (Hebreos 12:1-3).
Jesús dijo a sus discípulos que tendrían una gran alegría. La alegría que sentirían era primero su gozo, que ellos también sentirían.
Les he dicho estas cosas, para que mi alegría esté en ustedes, y su alegría sea perfecta (Juan 15:11 y también Juan 11:15; 16:22). Padre: ahora voy a ti; y hablo esto en el mundo, para que ellos tengan en sí mi alegría perfecta (Juan 17:13).
En Mateo 25, Jesús contó una parábola que tiene mucho que enseñarnos acerca del gozo: Entra en la alegría de tu Señor, porque fuiste fiel en lo poco.
Y en estos 50 Días Pascuales suena en nosotros la palabra de Jesús Resucitado: Alégrense. No tengan miedo. Yo he vencido a la muerte.
Los cantos pascuales son maravillosos y nos dejan ese sabor de alegría verdadera que tanto necesitamos.

