Guía y consejo

Novísimas historias: Eduardo Pironio

Los jesuitas dirigieron el seminario de Buenos Aires desde el s.19. Llegó la hora en que debieron entregarlo al clero diocesano. ¡Qué intriga! ¿Quién sería el rector? Nombraron en 1960 al vicario de La Plata, Eduardo Pironio. Un hombre sencillo y accesible, distinto de las figuras severas de los antes. Hablaba suave y convencido. Era muy amable y su sonrisa era cautivante.

Logró el acercamiento de los seminaristas. Pasaba el tiempo con cada uno con un respeto no conocido. Tomaba mate con simplicidad con los futuros curas. A los problemáticos los visitaba a su cuarto, para no ser interrumpido. Nadie que haya estado de 1960 a 1963 en el seminario, pudiera decir algo contra ese hombre líder familiar.

Duró poco pues en 1964 lo hicieron obispo auxiliar y eso le permitió asistir al Concilio Vaticano II. Escribió mucho contra la teología revolucionaria que se gestaba. San Pablo VI lo admiraba y lo llevó a Roma. Lo nombró en un alto cargo muy conflictivo de esos años 70: el Ministerio de los religiosos. Ellos fueron muy revoltosos en esa época. Era un puesto delicado en el Vaticano que ejerció con su bondad habitual y logró éxitos. Juan Pablo II lo bajó de rango: director del Consejo de los laicos. Fueron años difíciles para él, pues fue disminuido, y sufrió muchas humillaciones. Lo soportó con su bonhomía: bueno pero algo ingenuo. Allí estuvo hasta su muerte en 1998.

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