Moral privada y social
Los católicos damos mucha importancia al comportamiento moral de cada persona. Acentuamos el valor de la voluntad que quiere adecuarse a la doctrina sobre moral personal que posee la Iglesia desde el inicio. Hacemos mucho hincapié en el esfuerzo que cada uno tiene que realizar para vivir el cristianismo. Para nosotros, el Cielo se consigue mediante el esfuerzo en nuestra vida moral privada.
A la vez, estamos acostumbrados a oír desde hace un tiempo la expresión «compromiso social del cristiano». Pensamos que ese compromiso consiste en aceptar con reverencia a la sociedad en que nos toca vivir, porque nada podemos hacer para cambiar las circunstancias exteriores. El orden social ya está dado. Hay ricos y pobres, como siempre los ha habido. La distribución de los bienes es injusta, como siempre lo ha sido. El obrero, el anciano, el minusválido, el marginado – «nuevos esclavos» – viven en condiciones deplorables, como siempre ha sucedido con los esclavos.
¿Cómo se compagina una preocupación tan excesiva por «los malos pensamientos» y esa indiferencia frente a las injusticias más rampantes? Proviene del error de pensar que el hombre es completamente libre en su acción y que en el orden social los particulares no tenemos nada que hacer. El otro error es pensar que hay un comportamiento personal merecedor de juicio moral, y no hay un comportamiento social que merezca también un juicio moral.
Los problemas sociales son estremecedores y ha llegado la hora de que cada cristiano tome conciencia de la dimensión social de su vida moral y se «despierte» a ella. Cada uno y entre todos estamos llamados a una acción «solidaria» para solucionar los problemas que avergüenzan a la humanidad. Solidaria significa que cada uno aporta su cuota para buscar reconstruir el tejido de la sociedad, para realizar una nueva manera de ser con-ciudadanos, vecinos, miembros de una comunidad.
La sociedad capitalista tecnocrática de los Estados hegemónicos y de las multinacionales se ha endurecido por el afán de ganancias y el atractivo de los resultados de ciertas operaciones. Hasta los «buenos» aparecen mezclados en la corrupción. Hay un refrán que dice «la corrupción de los buenos es pésima», es decir, es lo peor que puede suceder. Frente a estas gravísimas circunstancias, los cristianos debemos moralmente dirigir una crítica consciente a la sociedad tal como se da en nuestros días, no podemos conformarnos con vivir en «la queja».
Cada uno y en comunidad parroquial, vecinal, cultural necesita convertirse en un constructor de una convivencia entre ciudadanos más humana, más pacífica, con mayor justicia y mayor participación, con verdadera igualdad, con sentida fraternidad.
El auténtico progreso humano se da cuando, además de mantener la vida moral privada, entre todos buscamos cómo podemos asumir la solidaridad con los demás. El primer intento que cada uno debe hacer, es entablar el diálogo con las otras mentalidades. La sociedad no es estática, sino dinámica, y nosotros podemos contribuir a conducir la historia del orden social que queremos, en donde el bien de cada persona humana sea el fin de todas las instituciones.