Misas con niños
Desde 1975 había trabajado duro en la catequesis de los niños. La parroquia de Villa Pueyrredón era un campo fértil para poner en práctica el Directorio para las misas con niños que la Santa Sede había promulgado, después de recibir la ayuda de expertos en la pedagogía y la psicología. Mabel Romasanta – con quien me reunía cada miércoles para estudiar la homilía a los chicos – fue coleccionando el material de cada celebración litúrgica, completando lo que faltaba.
En julio de 1978 me recluí durante un mes en el monasterio benedictino de las Condes, en Santiago de Chile. Me dieron una celda y acceso a la biblioteca. Desde mi ventana venía trabajar a algunos monjes en el campo, o en el criadero de pollos. Me esforcé y terminé el libro que luego se difundió por toda América. Fruto de ese mes fue la introducción a las celebraciones que aún sigue válida. La obra se empezó a vender en enero de 1979. En poco tiempo comenzaron las «misas con niños» que hacían muchos años habían desaparecido de parroquias y colegios. Me sentía satisfecho de haber realizado algo bueno.
Quarracino era por aquel tiempo obispo de Avellaneda. Su mesa era el centro de reunión de intelectuales periodistas, sindicalistas, sacerdotes, obispos. Como yo era secretario nacional de ecumenismo desde 1976 y hasta 1981, tenía audiencia cada martes al mediodía. Luego era invariablemente invitado a compartir el almuerzo con toda clase de gente interesante. Un día, la mayoría de los invitados eran clérigos, algunos venidos desde lejos. Alguien, no recuerdo ahora quien pudo decirlo, mencionó mi libro recién publicado. El que presidía la mesa, conocido por sus «boutades», dejo caer la lápida: «¡Osvaldo es un gran teólogo, que se dedica a escribir libros sobre niños!».