«Mi Nombre es como una historia»
Para los que no están acostumbrados a la celebración de la Noche Pascual, los creyentes podemos parecer muy extraños. Nos reunimos en una Iglesia a oscuras, llevamos pequeños cirios en las manos que se encenderán poco a poco, oímos largos cantos y textos litúrgicos de una belleza inigualada, escuchamos atentamente ocho lecturas de la Biblia engarzadas entre salmos y oraciones que forman una larga historia. La Vigilia Pascual es una larga espera de la Resurrección en los que queremos saber quién es Dios, debemos escuchar con paciencia un Nombre que crece continuamente. ¿Qué significa todo eso? ¿Qué sucede en esta comunidad?
Solamente puede comprenderse que esta Noche de Vigilia sea lo más importante para un católico, cuando se lee uno de los pasajes de una obra literaria excepcional: dos de los personajes principales, llamados hobbits, encuentran a un árbol parlante, del tipo Ent. Se presentan y el diálogo prosigue de este modo:
-«Yo soy un Brandigamo, Meriadoc Brandigamo, aunque casi todos me llaman sólo Merry».
-«Yo soy Tuk, Peregrino Tuk, pero generalmente me llaman Pipino o, incluso, Pip»
-«Hm, veo que ustedes son muy apurados», dijo Bárbol. «Su confianza me honra, pero no tienen que ser tan francos al inicio. Hay Ents y Ents, como saben; o hay Ents y cosas que parecen Ents pero no lo son, como dirían ustedes. Los llamaré Merry y Pipino, si les parece bien – bonitos nombres. Yo no les diré como me llamo, por ahora de ningún modo. Ante todo me llevaría mucho tiempo; mi nombre crece continuamente; de modo que mi nombre es como una historia. Los nombres verdaderos les cuentan la historia de quienes los llevan, en mi idioma, el antiguo éntico, como podrían llamarlo. Es una lengua encantadora, pero lleva mucho tiempo decir algo en ella, pues nunca decimos nada, excepto cuando vale la pena pasar mucho tiempo hablando y escuchando». (J. R. R. Tolkien, El Señor de los anillos, t. II. Las dos torres, p. 84. Barcelona, Minotauro, 1994, 26″ reimp.)
En la Vigilia pascual no vamos a ser personas apuradas, que se conforman con decir rápidamente «somos cristianos». Esta noche sagrada usamos el «antiguo éntico» para decir lo que más valor tiene a nuestros ojos y a nuestro corazón. En la sagrada Noche, pronunciamos nuestro nombre a nosotros mismos para recordar quienes somos y se lo decimos a cualquiera que desee «escuchar nuestra historia durante mucho tiempo», porque decir lo que somos lleva mucho tiempo.
En efecto, nuestro nombre es demasiado largo: ha ido creciendo desde la creación del mundo. Nuestro nombre es una historia muy larga: de cómo Dios nos creó, y de cómo nos eligió de entre todos los pueblos, y de cómo nos liberó en el Exodo de la esclavitud de Egipto, de cómo nos guió por el desierto, de cómo selló una Primera alianza con nosotros dándonos su ley, de cómo fuimos infieles a su Promesa, de cómo El cumplió lo suyo y nos hizo entrar en la Tierra prometida, y de cómo cuando llegó la plenitud de los tiempos, Dios tomó una rama de la antigua raíz, y realizó una Nueva alianza por el nacimiento, la pasión, la muerte y la resurrección de nuestro Señor Jesucristo.
Como hace tantos siglos que estamos en el mundo, lleva «mucho tiempo» decir quienes somos. Es muy largo contar la historia del nuevo pueblo de Dios, del costado abierto de Jesús. Nadie vendría a la solemne Vigilia Pascual, si no estuviera convencido de que nuestro nombre «vale la pena decirlo y escucharlo», aunque tardemos horas en hacerlo. Tengo un secreto para saber como se puede hacer para estar tanto tiempo escuchando y contestando: hay aflojar toda tensión y toda presión. Hay que olvidarse de la negra historia de los medios de información, para dedicarse a oír las magníficas proezas de Dios en la Historia. Nadie viene a la Vigilia Pascual con apuro. Si estamos apurados, los oldos no van a querer oír; los pulmones no van a querer respirar; no podremos entender ese idioma hermoso y ese nombre divino.
Por eso, serenemos nuestro cuerpo, emociones y mentes. Sintámonos cómodos en la oscuridad y en la penumbra, no tratemos de descubrir el Nombre hasta que la historia esté completa. Lentamente, como las olas llegan a la playa, el Nombre llegará a nosotros. En esta Noche Santa vamos a oír hermosas historias. La Iglesia no nos convoca para una conferencia sobre la Resurrección de Jesús. Por eso, nos sentamos, nos ponemos de pie, salimos a tomar aire fresco si lo necesitamos, encendemos los cirios, nos dejamos empapar con agua bautismal, y nos llenamos del Espiritu para estar despiertos cuando nos llamen «al glorioso Banquete del Cordero».