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Vida

Los valores sociales

Tener amigos

La amistad es un arma poderosa. Es el amor en su versión menos interesada. Por eso, una vez establecidos los valores vitales, lo primero es entablar amistad. Ahora dicen los chicos y jóvenes con facilidad «mis amigos». Se refieren a sus compañeros de escuela o colegio.

La amistad depende de cinco etapas necesarias para probarla:

1. Defender al amigo de gritos, groserías, insultos, agresiones, de sus propios caprichos y de su baja autoestima.

2. Ayudar al amigo en sus oficios, debilidades y enfermedades.

3. Proteger al amigo de posibles accidentes, de manías de compras, de malos consejos, de la bebida, de comer en exceso, de conducir después de beber.

4. Afanarse por la salud espiritual, emocional y física del amigo. Dejar de lado lo espiritual es un error funesto que arruina las amistades que parecían eternas.

5. Servir al amigo en sus tareas, ocupaciones, necesidades y obligaciones.
Sin esos pasos, por más que se use la palabrita «amigo», sólo existe un conocimiento superficial, que no eleva. La amistad real conduce a la santidad.

Las etapas de la amistad

Seguimos el proceso del conocimiento y la acción

El proceso del conocimiento humano es un valor que debe ser enseñado. Nadie lo sabe por intuición. El aprendizaje es costoso, aunque el efecto es excelente. El proceso del conocimiento humano tiene etapas que ni pueden saltarse, ni pueden suprimirse. Cuando se saltan, la persona no encuentra su camino. Cuando se suprimen, la persona se miente a sí misma.

El proceso del conocimiento comienza prestando atención. Sin atención, no puede haber experiencia. A lo sumo se puede captar algo porque los demás hicieron la experiencia. Y entonces, se suprime una parte del proceso: la atención desencadena el proceso de conocimiento. La distracción, lo impide.

La experiencia, iniciada por la atención, permite hacer preguntas. Las preguntas son necesarias para hacer un juicio sobre la realidad. Quien no hace preguntas es un estúpido, pues no permite que funcione el entendimiento. Quien no hace preguntas no entiende lo que pasa en realidad. Le dijeron algo y lo acepta a pie juntillas. Este tipo de personas hace «juicios apresurados» y comúnmente se equivoca.

Las preguntas logran que uno entienda la realidad y que haga un juicio exacto sobre lo que pasa. Ahora quedan sólo dos afirmaciones: esto es así; esto no es así. Esto fue así. Esto no fue así. Quien hace juicios apresurados, pasa enseguida a la acción: es un idiota. No se puede actuar si uno no sabe cómo son las cosas. Quien hace un juicio después de muchas preguntas y llega a saber cómo es la realidad, ha usado su razón. Su juicio lo deja en condiciones de pasar a la acción.

El juicio sobre la realidad es el principio de la acción. Sin embargo, aquí se presentan dos preguntas: lo que hago o haré es bueno o es malo. El hombre sensato que ha seguido el proceso del conocimiento, puede ser ahora un hombre responsable. Al hacer lo malo y tiene consciencia de ello, la persona es psicópata, una enferma.

proceso de conocimiento y accion

Tenemos consciencia de los pobres y los hambrientos

Este valor se aprende de la familia, ante todo. La escuela podría fomentarlo. Por varios motivos, no lo hace o lo hace por presión del ambiente. La Iglesia lo tiene como un valor a enseñar mediante el ejemplo y las lecciones concretas.

La consciencia de que hay gente necesitada y hambrienta, se llama «solidaridad», para el simple humano. La Iglesia la llama «caridad» y es la tercera virtud capital: el amor.

Este valor proviene también de la experiencia: vemos gente que duerme en la calle, pasamos junto a barrios precarios, sabemos que hay lugares donde los niños caen muertos de hambre. Cuando la familia tiene ese valor, lo transmite a cada momento: no comer de más, no tirar comida que se dejó, no comer a cualquier hora, enseñar a vivir sin golosinas, no seguir el ejemplo de niños malcriados, destinar algo de los ingresos a comprar comida para los hambrientos, entregar la ropa, calzados, juguetes, remedios de venta libre que no se usan y están en fecha para enviar a los parajes. Los padres dan ejemplo evitando compras inútiles, enseñando a no destrozar el calzado, repitiendo que no se come con la ropa de la escuela, suprimiendo regalos para cumpleaños (te invitan no por el evento sino para ver que traes).

La Iglesia en nuestro país hace dos grandes colectas para los necesitados: el segundo domingo de junio es la colecta para «Caritas»; y el segundo domingo de septiembre es la colecta «Más por menos».

Eso no impide que se hagan sacrificios en cada casa cuando una desgracia ocurre a nivel de la nación o de una provincia o ciudad. Allí se muestra la solidaridad en el propio desapego.

Tenemos consciencia de los pobres y los hambrientos

No hacemos lo que se nos da la gana

Somos libres para hacer acciones buenas

Algunos piensan que Dios nos da el libre albedrío para hacer lo que se nos da la gana. Es un error. Somos libres para hacer el bien. Hacer el mal de modo consciente es la negación de la libertad. Además hacer el mal es una irresponsabilidad o enfermedad mental más o menos grave.

Para una acción libre se necesitan estos pasos

1. Llegar a saber cuál es la realidad (como se explicó en los valores sociales)
2. Conocida la realidad, hay que preguntarse los efectos de nuestras acciones: ¿Serán buenos, malos o indiferentes?.
3. Cada uno debe examinarse si funciona de modo correcto su consciencia del bien o en cambio, los deseos egoístas ocupan toda el alma.
4. Los malos deseos, las malas intenciones, los hábitos malos aprendidos por el gusto, nos van haciendo esclavos, y por eso, nos hacen rechazar la libertad. Entonces, es necesario confesarse de esos deseos y tentaciones.
5. Allí se juega la moralidad de nuestra acción. Una acción es moral cuando la consciencia dice (por dentro) estuviste bien. Una acción es inmoral cuando la consciencia dice estuviste mal.
6. Se necesita la vida de Dios en nuestra alma para seguir el camino de lo bueno. Eso supone que tenemos una personalidad bien firme en el buen ejemplo de los adultos sanos.
7. La persona que actúa con responsabilidad siente la felicidad en su corazón. En algunos casos seguir lo bueno, exige sacrificios y abstenciones.
Los siete pasos hay que enseñarlos uno por uno desde la niñez.

libertad para hacer cosas buenas

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