Los valores se enseñan osvaldo santagada
Vida

Los valores se enseñan

Algunos padres piensan que sus hijos tienen algún resorte mágico que los impulsa a los valores. Así se oye: «lavate las manos. Limpiá los dientes. Comé bien. Ordená tu cuarto. No mientas». Y otras cosas similares.

Ahora bien, nadie enseñó cómo se lavan las manos, ni cómo se limpian los dientes, ni qué significa comer bien, ni cómo se mantiene un cuarto ordenado. ¿Pensarán los padres que sus hijos sabrán eso por arte de birlibirloque?

¿Cómo va a saber lavarse las manos correctamente si nadie se lo ha enseñado en concreto? ¿Cómo sabrá lavarse el cabello si sólo ven un frasco de champú? ¿Cómo va a cepillarse bien los dientes y la lengua, si ninguno se tomó la molestia de explicárselo en concreto? ¿Cómo va a tener ordenado su cuarto, cuando el cuarto de los padres es la acumulación de cosas debajo de la cama y por doquier? ¿Cómo no va a mentir, si oye a sus padres hablar con la gente y decir miles de mentiras de la mañana a la noche? ¿Por qué yo debo ser distinto a ustedes que mienten y se mienten sin cesar? Sin embargo, el ejemplo de los adultos aunque puede ser bueno, no basta. Hay que explicar con claridad los pasos que exige cada una de las actividades implicadas en los valores. Nadie nace sabiendo. Hay cosas «animales» que se pueden hacer por insitino, como vaciar la vejiga o saciar la sed o caer dormido. Incluso, esas cosas animales también hay que enseñarlas para que se hagan de un «modo humano correcto»

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