Vida

Los valores religiosos

Los valores religiosos dan la importancia y el significado de vivir la vida humana y de estar en este mundo. No se refieren sólo a Dios, sino a Dios y al hombre redimido por Cristo. Hay que enseñarlos desde la infancia. Se aprenden mediante el esfuerzo de hacer pensar a los chicos, de hacerles comprender el gusto de lo bueno y el amor (para que no sigan el camino que los lleva a ser esclavos). Para enseñarlos hay que dar el ejemplo, saber reprobar lo malo y alabar lo bueno.

Vivir en la presencia de Dios que nos ve

Es más fácil de lo que pensamos. No se trata de estar el día entero en oración vocal. Ni andar con un devocionario o Biblia bajo el brazo. Es ofrecer a Dios el día desde la mañana. Es conectarse con el Señor en los momentos de dificultad. Cuando se escribe, o se hacen cuentas, o se estudia, o se obedece algo bueno que no gusta, o se come, o se juega: vivir unidos a Dios.

Eso lo puede hacer una persona libre que busca el bien y el amor. ¿A qué se deben tantas caras adustas? Al fin podemos sonreir desde el alba.

Esto hay que enseñarlo, n aparece de modo natural. Hay que hacer la experiencia, desde niños.

Tener en el horizonte los valores del Evangelio: Rechazar los valores falsos

El horizonte es importante. Mirar al suelo es mirar la muerte. Mirar lo que otros miran nos hace volver la cabeza y olvidar hacia donde vamos.

Para mirar el horizonte es preciso enseñarlo con cuidado. Algunos jóvenes piensan que cuando «se reciban» tendrán al fin el papel que les abrirá las puertas. Otros piensan en conseguir dinero desde ahora sea como fuere. Otros se divierten.

El horizonte es un signo de la libertad. De una libertad que elige lo bueno y lo sigue. En realidad confundimos belleza con bondad. Si alguien está ciego por la belleza de otra persona, dice enseguida: es buena. ¿Cómo sabe que es buena? Hay gente linda, aunque esconde su carácter podrido, sus mañas. Si fuera distinto no habría divorcios. Esto hay que enseñarlo en concreto. No se pueden pasar por alto los juicios falsos, que pasan de una experiencia a una conclusión sin hacer preguntas.

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