Catequesis

Los teros vigilantes

Había una vez unos teros de color gris con reflejos morados y verdes, vientre blanco, el pico, las patas y los ojos eran rojos. Paseaban por el campo gritando teru, teru.
Un día se les presentó el Ángel Gabriel y les dijo: Yo soy Gabriel, el que está en la presencia de Dios.
Los teros bulliciosos se callaron y dijeron: ¡Bendito Ángel! ¿Por qué razón vienes a visitarnos?
Repuso el Ángel de María: Amados teros. Sé que ustedes están en estado de alerta cuando sus hembras ponen cuatro huevitos y los incuban durante un mes.
El príncipe de los teros replicó: Es cierto, nos preocupamos mucho de los nidos en donde están nuestros hijitos. Por eso gritamos teru, teru en un lado y tenemos huevitos en otro.
El Ángel dijo: Sí, me llama la atención como ustedes caminan alrededor de un nido inexistente para despistar a los intrusos.
El tero más anciano agregó: No sólo eso. Si alguien se acerca al nido solemos ser agresivos y hacemos vuelos rasantes o en picada hacia quienes amenacen a nuestras crías. Tenemos un territorio y lo hacemos respetar. Podrías hablar con los humanos. ¿Por qué no defienden mejor a sus hijos de los compañeros bravucones? ¿Por qué les permiten vicios? No molestamos a nadie y no tenemos mal genio. Empero, no aceptamos ni animales, ni insectos, ni gente depredadores. Tenemos el orgullo de ser padres que educamos a los hijos, sin escuelas.

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