Los problemas morales de la «globalización»
¿Qué es la globalización? Es un fenómeno de gran crecimiento en las inversiones de dinero, que se basa en la tecnología de comunicación instantánea, en un aumento de consumo de productos y en el alto costo del trabajo en los países del Norte. También se llama «globalización» al explosivo aumento de compañías que hacen inversiones en países extranjeros, sobre todo en los pobres. Esas compañías son de los EE.UU., de Europa y de Asia (Japón, Corea, etc).
¿Cuáles con los problemas morales que esta «globalización» plantea? El primero es que algunas compañías tienen mucho más dinero que varias naciones juntas. Se instalan en países pobres para evadir impuestos en sus naciones, o porque en éstas encuentran más corrupción y menos control que en las suyas. Recordemos el desastre de Bopal en la India, cuando los gases tóxicos de una empresa norteamericana mataron a millares, porque ese país no cuenta con la infraestructura necesaria y la empresa no había tomado medidas para evitar el accidente exigidas en sus países. ¿Cuánto dinero disponen estas compañías?. Podemos dar algunas cifras: las empresas multinacionales tienen al comenzar este año 83 millones de millones (doce ceros). Ahora bien hay 1.300 millones de personas que viven con 25 dólares por mes y 3.500 millones que viven con 50 dólares por mes. Eso significa que sólo hay 1.200 millones que llevan una vida decente y, a veces, lujosa, mientras la mayoría se muere de hambre. Agreguemos algo: hay 1.300 millones que carecen de agua potable y 3.000 millones que no tienen servicio médico. Esto significa que si las multinacionales siguen trabajando para ganar dinero de la población que puede gastar, provocarán una catástrofe mundial, porque aumentará el número de marginados de la sociedad «civilizada».
El Papa Juan Pablo II afirmó en la carta «Centesimus annus» (1991) que si sigue este sistema, la gente pobre quedará sin poder utilizar sus talentos, capacidades y valor. Atraídos por la opulencia de las ciudades, muchas personas del hemisferio sur llegan a sus puertas, y quedan expuestas a la violencia, la inseguridad, y la imposibilidad de llegar a tener lo indispensable para sus necesidades. Estas grandes empresas y los políticos consideran a la persona «un hombre puramente económico». Por eso, los pobres quedan excluidos de los bienes que Dios ha dado para beneficio de todos.
Otro problema moral es el incumplimiento por las empresas de las normas ecológicas, en las naciones pobres: gases tóxicos, aguas infectadas, salud en peligro. Asimismo, hay discriminación al contratar gente. Algunos productos, que se usan bien en el hemisferio norte, son peligrosos en donde no hay agua potable. P. e., la leche sustitutiva de la materna, si se usa con agua contaminada o en cantidad inferior a lo requerido, provoca malformación, desnutrición y enfermedad en los niños. Estamos ante un «imperialismo económico» cuyo costo es el futuro de la humanidad.
En la Declaración universal de los derechos humanos (1948) realizada por las Naciones Unidas, se afirma que todos somos miembros de una única raza humana, iguales en dignidad, con el mismo derecho a la vida, la libertad y la seguridad, iguales en retribución por el trabajo prestado, con las mismas condiciones favorables de trabajo y protección que los demás, con el derecho a un nivel de vida adecuado para la salud y bienestar de nuestras familias. ¿Qué sucede en concreto? Hay empresas que dañan el medio ambiente donde vive la gente, otras contratan obreros fuera de la ley, otras los tratan como esclavos, otras producen en naciones de regímenes que violan los derechos humanos, otras producen elementos de baja calidad para ser vendidos en las naciones pobres.
Necesitamos abrir el debate y la discusión sobre este tema trágico. No escondamos la cabeza como el avestruz. Ha terminado la época de las «declaraciones» de deseos, porque la gente está harta de palabras. Se necesitan «gestos concretos» que vayan por un camino de esperanza nueva para millones de seres humanos.
Los problemas morales de los negocios modernos están tocando nuestra vida, ya que el mundo se ha convertido en «un gran negocio». Hay que volver a encontrar a la persona en sus valores, y promover una sociedad en donde reine la solidaridad. Los cristianos que están a cargo de las instituciones internacionales, de los gobiernos y de las empresas, deben iniciar un movimiento «global» para dar solución a los problemas que dañan la vida de millones de hijos de Dios. La acumulación en manos de unos pocos de los bienes de la tierra, contradice el destino universal de los bienes, que es el mensaje de la S. Biblia.