
Los pobres optan por la Iglesia
Esta es una historia verdadera. De 1979 a 1983 fui párroco de Inmaculada Concepción de Villa Devoto, que hasta 1969 fuera la Iglesia del seminario. Llegaron muchos curas pobristas y, como a mí me menospreciaban, me fui a sentar junto a la gente.
La Iglesia estaba repleta. Iban a ordenar a un cura. Había venido mucha gente de una «villa miseria», porque se ordenaba un seminarista que había trabajado allí un tiempo.
La gente estaba de fiesta: ropas recién compradas, las corbatas verdes, azules, rojas, de estreno. Albañiles, electricistas, plomeros, cloaquistas: un mundo de obreros con sus mujeres e hijos. No sabían que era eso de ordenación, pero era grande el afecto que tenían por a su seminarista, y se merecía aquel gasto. El muchacho no era a la «villa», sino de la clase media. Se había convertido de una mala vida y tenía compasión por los más pobres y marginados de la sociedad; pertenecía al grupo de quienes habían optado por los pobres.
La expectativa crecía a medida que llegaba la hora y todos deseaban ver al amigo, en «su día». Para ellos la ordenación era como un casamiento…
Llegó, al fin, el «novio». Venía con sus mismas ropas grises mugrientas y gastadas de siempre, con alpargatas viejas y sucias, sin haberse lavado ni cortado el pelo, sin afeitarse.. Estaba serio y confundido cuando vio a sus amigos, pues el contraste era tan fuerte que llamaba la atención. Más aún, ¡causó sensación! El rumor fue creciendo, los cuentos afloraban a los labios… ¡Qué desilusión!

