Los grandes
ÍNDICE
Hay que hacerse pequeños para ser grandes
El deseo natural brota de estar vivos
Queremos ser importantes, estimados, centro de la atención y del elogio. Nos evaluamos según seamos promovidos o disminuidos. Eso es así: si nos disminuyen estamos tristes, si nos promueven estamos contentos. Esto sucede cada día. En todo queremos ser grandes. La tensión interna queda satisfecha si tenemos amigos poderosos, si somos ricos y famosos, respetados y admirados. Pero si somos pobres y desconocidos, la tensión interna se frustra. Por cierto, hay algunos que están peor que nosotros. Nuestras vidas se pasan en comparaciones con los de arriba y con los de abajo.
¿Por qué Jesús va contra nuestro deseo natural de ser grandes?
De lunes a viernes buscamos ser grandes. Cuando el domingo oímos a Jesús que nos llama a ser pequeños, pensamos que se dirige a las personas con pocas capacidades. Quienes se dedican a los pequeños no tienen la energía para estar con los grandes. Y además deberían evitar la tentación de sentir rencor hacia quienes quieren ser grandes. El servicio es grandeza. Si no lo tomamos así, vamos a sufrir muchas complicaciones.
El enojo es el modo en que reaccionamos cuando no nos dan “bolilla”
Nos enojamos porque tenemos miedo y sentimos debilidad. Y ese enojo se manifiesta como un agujero en el estómago. Ese dolor de estómago no se quita con proyectos de grandeza, sino entrando en el agujero para encontrarnos allí con nuestro verdadero ser y esperar que Dios lo llene con sus dones. Entrar en el agujero significa ser consciente de lo que ya tenemos y dejar de compararnos con otros. Recuerdo las sesiones de oración con Emilce Gorría o con Aída Sambataro. Nos hacían repetir muchas veces: Nada, nada, nada. Al principio no entendía, pero después comprendí que la santidad la da el Espíritu Santo, y no la ganamos con nuestro esfuerzo. Lo importante no es ser grande sino encontrar el modo para que se manifieste nuestra grandeza interior. Y para eso no hay que compararse.
