Los delitos nuestros de cada día
Hay que desarmar la actual estructura delictiva
Cada día leo en los diarios las noticias policiales. Me interesa ver esas noticias porque se refleja la situación que vive la sociedad argentina en sus diversos niveles. Leo con dolor lo que pasa: menores de edad sometidos a la justicia porque han salido a asaltar; una mamá manda a su chico a robar en una tienda mientras lo espera afuera, y tantos otros casos. Estamos alarmados por lo que se llama inseguridad. No me gusta la palabra inseguridad para designar el fenómeno; prefiero proliferación del delito. Da mucha pena que el delito prolifere entre lo más pobres, que éstos jóvenes se inclinen, o sean empujados por las circunstancias a delinquir.
Antes no era así. El dicho popular decía pobre pero honrado, indicaba el desprecio de las clases altas que suponían que pobreza y honradez no iban juntas a menudo. La “mala vida” era un círculo restringido de la sociedad. Los pobres eran honrados y no había razones para dudar. ¿Por qué hoy el delito se ha extendido? No digo sólo el robo sino también el crimen, el asesinato.
Hay algo que no funciona. Lo que ocurre tiene que ver con problemas familiares (la familia destruida), o educacionales (la escuela no funciona como debiera) y también sociales, con la marginalidad que crece y de la cual parece que no se puede rescatar a muchos. Hay diversas causas; problemas de psicología social, y esto resalta mucho en los diarios y duele mucho. Por no hablar de la droga, que hace estragos en las jóvenes generaciones y en los barrios marginales, olvidados.
Me pregunto: ¿y los chorros verdaderos de guante blanco, los grandes delincuentes dónde están? ¿Van presos? Este es otro problema sobre lo cual se está hablando mucho en la Argentina de hoy. ¡Cuántos negociados se conocen! El tema de la coima, por ejemplo, y el camino que sigue la coima.
He mencionado antes el problema de la droga. Todo el mundo sabe que hay alguien que cobra por esto y que se vende y se puede fabricar también en la Argentina porque hay alguien que cobra.
¿Cómo se desarma esta estructura delictual? Porque el país no puede vivir así. La inmensa mayoría de los argentinos no vive así y no quiere vivir así.
Se me ocurre, por tanto, que tendríamos que hacer una campaña de difusión de los 10 Mandamientos de la Ley de Dios. Cuando éramos chicos nos hacían aprenderlos de memoria. Estas cosas son para pensar. No nos resignemos; tomemos en serio esta realidad; podemos rezar por esto y hacer lo posible en nuestro ámbito para que cambie, porque puede cambiar.
Mons. Héctor Aguer.