Los cristianos y la cultura sin Dios
Hay una cultura actual que se define a si misma como indiferente a la cuestión de Dios y de la vida más allá. Debemos coexistir con esta cultura sin Dios, aunque sea perniciosa. Se me te en la sociedad y en nuestras vidas, como los virus que infectan las computadoras: un día nos damos cuenta que «nuestro archivo» se borró.
El entorno en que vivimos es peligroso. 70 años de comunismo en Europa oriental no pudieron «imponer» el ateismo. En occidente en menos de veinte años la gente vive como si Dios no existiera ni fuera necesaria su existencia. De modo sutil se ha dado un cambio que destruye la tarea de transmitir la fe en Dios. Padre misericordioso que nos ama y quiere nuestro bien. La gente busca el consumo como felicidad. En cada siglo se buscó la riqueza, y se sabe que «la avaricia es la causa de todos los males». Nunca antes como ahora somos manipulados a consumir y pensar que somos felices porque tenemos tal o cual cosa. El ateísmo práctico nos inunda, en especial a los jóvenes. El juvenil orgullo de tener fe es una rareza, incluso entre muchos que van a colegios religiosos.
Esa carencia de fe en un Dios Padre, arruina la fe trinitaria y deja a Cristo como mero hombre. El nuevo ateísmo se manifiesta en la existencia cotidiana de los que «viven su vida» y se consideran dueños absolutos de su destino. Se muestra también y mucho más, en el vacío y la frustración de los jóvenes que necesitan bebidas alcohólicas, drogas y música aturdidora para no pensar en el mundo sin sentido en que les toca vivir. Por eso, este tiempo ve el aumento de suicidios en cifras alarmantes. Y por eso también en esta época escasean los jóvenes, varones y mujeres, que repletos de una fe intensa desean seguir los pasos de Jesús. La cuestión de las vocaciones al sacerdocio y la vida religiosa, ante todo, no está vinculada al tema del celibato o de la obediencia, sino a la falta de fe.
¿Qué hacer? Mostrar el ardor de nuestra fe mediante la evangelización ¿Qué es la evangelización? Es poner a Cristo, el «Evangelio», nuevamente en el centro de nuestra vida y nuestro lenguaje. Hay que ayudar a redescubrir el rostro de Dios en la persona visible de Jesús. Para eso no se necesita publicidad mi propaganda, sino ejemplos. La madre Teresa, entregada al servicio de los moribundos, y Luther King, el soñador de un mundo sin discriminación, son las personas, mujer y varón, más significativos del siglo XX. Si queremos «desinfectar» a la sociedad del virus infiltrado, hemos de ser ejemplares en el contacto con Dios en la oración, la acción de gracias, la comprensión, el perdón de las ofensas, el consuelo a los que sufren, la lectura del Evangelio, la propuesta de nuestros valores, la importancia de los mandamientos como don de Dios para guiarnos a la felicidad. La ternura y la mansedumbre son aspectos integrantes de la vida cristiana, aunque hoy sea más necesaria la fuerza de la transmisión.
Es importante que se saquen los «tapones»a las conciencias para que puedan oír la voz de Dios en su interior. Hay que quitarse la armadura de prepotencia, dureza, y falta de amor que nos no nos permite movernos. Recurrir a Dios. pidiendo fortaleza y coraje, podría ser el gran remedio que nos hiciera recuperar «nuestro archivo».