La Argentina Hambrienta

Los ancianos

La vida humana se ha prolongado. La 3″ edad abarca a los «ancianos jóvenes» de 65 a 75 años, y la 4″ edad a los que superan los 75. Crecen los ancianos y disminuyen los jóvenes. Esta «revolución silenciosa» plantea numerosos problemas a la sociedad y a la Iglesia. Los cristianos insistimos en que debe conservarse la experiencia y la sabiduría acumulada durante una vida entera.

  1. Sentido y valor de la vejez

Los ancianos no son un grupo parecido. Algunos viven con serenidad y otros con trauma. Hay que pedirles que dejen en la comunidad sus memorias, su experiencia, su visión más completa de la vida. La sociedad mejora cuando aprovecha los carismas de la vejez.

2. El anciano en la Biblia

En la S. Biblia la estima por el anciano se transforma en Lye: «Respeta al anciano» (lev. 19:32), «Nuestros padres nos contaron la obra que Tu, Señor, realizaste en sus días» (Salmo 44:2). «Enséñanos a calcular nuestros años, para que nuestro corazón alcance la sabiduría» (Salmo 90:12).

El centro de esta sabiduría es el descubrimiento del sentido más profundo de la vida y del destino de cada persona hasta llegar a Dios. El anciano demuestra esa sabiduría cuando rompe la barrera de aislamiento y sale de su condición de impotencia, para participar en los dolores y alegrías de los demás, especialmente con la oración.

3. Problemas de los ancianos

El alejamiento del anciano de su ambiente y familia, los hace «marginales». La reclusión en residencias debe respetar la autonomía y personalidad de cada uno, cre ando un ambiente de familia. La exclusión del anciano de los programas de edu cación permanente produce envejecimiento precoz. Es necesaria la actividad poste- rior a la jubilación. Los prejuicios contra el anciano hay que evitarlos: los ancianos tienen un peso político importante, son responsables de muchos cargos voluntarios.

4. La Iglesia y los ancianos

La práctica religiosa ocupa un lugar destacado en la vida de los ancianos. Algunos se acercan a la Iglesia después de años de alejamiento, y están más interesados en Dios y en los contenidos de la fe.

Los ancianos son apóstoles insustituibles, sobre todo entre los de su misma edad, pues nadie conoce mejor los problemas y la sensibilidad de esta fase de la vida. Los ancianos son extraordinarios transmisores de la fe en la familia y las comunidades.

  1. Una acción a favor de los ancianos

Entrar en la 3″ edad es un privilegio: se entiende mejor el pasado, se vive más profundamente el Misterio de la muerte y la resurrección de Jesús, y se puede ser ejemplo para le pueblo de Dios. Pueden dar fuerza a la acción de solidaridad hacia los pobres, a la liturgia, a la vida de las asociaciones, al compromiso a favor de una «cultura de la vida», a pesar de los achaques y enfermedades.

Con respecto a la familia hay que saber que si falta la memoria faltan las raíces y, por lo tanto, la capacidad de proyectarse hacia el futuro. La familia y la sociedad reciben un gran beneficio al respetar la memoria de «los viejos».

Numerosas iniciativas puede la Iglesia impulsar para beneficiar a los ancianos. La principal es educar a los jóvenes en una «solidaridad entre generaciones». Esta experiencia de acompañar a «los mayores» transforma a los jóvenes y los hace madurar. En una sociedad donde reinan el egoísmo, el materialismo y el consumismo, y en que los medios de comunicación aumentan la soledad del hombre. el respeto por los ancianos es un desafío para quienes quieren una nueva humanidad.

Conclusión:

Ha llegado el momento de actuar para que se cambie la mentalidad con respecto a los ancianos y para darles un lugar en la comunidad humana. El anciano debe tomar conciencia de que tiene un futuro que construir. Jesucristo les da sentido y alegría.

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