Las cenizas
En el Antiguo Testamento y entre los pueblos más antiguos se usaban las cenizas como expresión de penitencia y búsqueda de protección divina. Es probable que tenga que ver con el fuego purificador.
Jesús nos pidió que no desfigurásemos nuestros rostros cuando hacemos ayunos, sino al contrario que lo perfumemos. Las cenizas que se usan en la Iglesia no están destinadas a desfigurar el rostro, sino a ser un signo de amor. Por eso, deben ser colocadas en las frentes con un cierto arte y con cenizas bien separadas de resto de ramas, que podrían dañar la piel.
La Iglesia usa las cenizas en el principio de la Cuaresma, el Miércoles anterior al primer domingo cuaresmal. No es un día de «precepto», sin embargo las iglesias se llenan de fieles deseosos de recibir las cenizas. En San Gabriel Arcángel damos a cada católico una tarjeta con una «penitencia» que deben cumplir durante la Cuaresma. No hay porque rasgarse las vestiduras cuando la Iglesia tiene tradiciones que no fueron usadas por los apóstoles o los primeros cristianos.
Ese «purismo» de que todo lo que hacemos sea como en el principio, nos dejaría sin «historia». Cuando una religión tiene historia, eso significa que ha sido sometida a los cambios de los tiempos sin perder la esencia de su doctrina teológica o moral.
Una cruz pintada en la frente es como un Bautismo. Indica la disposición de aceptar el dolor en la vida como hizo Jesús: en eso somos cultores del espíritu del Evangelio.
Además, aceptar las cenizas sobre la frente es un acto de Fe en Dios misericordioso que se apiada del pecador arrepentido. Los habitantes de Nínive hicieron penitencia por la prédica de Jonás y Dios los perdonó (Jonás 1-4). Jesús mismo los menciona (Mateo 12:41).
Asimismo, la Cruz sobre la frente es un signo para los demás en la casa o en el trabajo. Nada decimos: es un signo anterior a cualquier lenguaje. No necesita explicaciones.