La unidad de los cristianos
Es importante reflexionar sobre la relación que hay entre Jesucristo y cada cristiano y comunidad cristiana, porque el cristiano, hoy como ayer, está llamado a aceptar los desafíos de la época y hallar la fuerza en Cristo que dijo: «Yo soy el camino, la verdad y la vida» (Juan 14:6). En el año 1000 la gente estaba preocupada por el fin del mundo y el juicio de Dios. En el año 2000 la gente parece preocupada por las computadoras. Sin negar que eso sea importante, consideramos que debemos estar preocupados por apoyar la iniciativa del Primado Romano, para apresurar la unión de los cristianos.
En efecto, en el inicio del tercer milenio, el Papa nos invita a avanzar por el camino de relaciones fraternas y del diálogo que conduzca a la plena comunión entre los cristianos, heridos por «dolorosas laceraciones que contradicen abiertamente la voluntad de Cristo y son un escándalo para el mundo» (Tertio milennio adveniente, n. 34).
Es un sueño maravilloso de Juan Pablo II, que debemos hacer nuestro La causa de la unidad de los cristianos es fundamental, si queremos anunciar el Evangelio. En los países de misión la gente se pregunta ¿cómo pueden anunciar a Cristo, que pidió la unidad y amor, si ellos mismos están divididos y manifiestan con sus actos que dudan de la sinceridad de «los otros»? ¿Cómo pueden burlarse, insultarse, ofenderse y, al mismo tiempo, predicar el Evangelio? Cuando la Iglesia repite que es un «escándalo» la desunión de los cristianos, dice que esa realidad es una piedra donde tropezamos. Hay que suprimirla del camino.
El Papa está «convencido que entre los pecados que exigen mayor penitencia y de conversión deben señalarse, con certeza, aquellos que han dañado la unidad querida por Dios para su pueblo» (TMA, 34). Sin embargo, el corazón se llena de tristeza cuando comprobamos cuánto falta para que podamos realizar ese sueño, pese a las muchas iniciativas que a favor de la unidad de los cristianos, llamadas «ecumenismo», hemos estado haciendo de todas partes entre los seguidores de Cristo, desde hace ochenta años.
La causa «ecuménica», e.d. de la unión de los cristianos, exige de las comunidades, un compromiso más generoso en la oración por esta intención. Cada domingo y cada fiesta, este 2000, incluyamos en las Oraciones de los fieles de las Misas una intención por la unidad de los cristianos. Así, tomaremos conciencia de que el cristianismo está herido y dividido, en contra del deseo de nuestro Redentor.
Esta causa es decisiva para el futuro de la Iglesia. Si sólo fuera un «sueño del Papa», no se podría realizar. La unidad de los cristianos se logra cuando cada uno la pide a Dios con la misma decisión que el Papa Juan Pablo. Allanar obstáculos, informarse, leer el Evangelio de Juan con el testamento de Jesús pidiendo la unidad de quienes creyesen en El, apoyar los diálogos de los expertos, colaborar en cualquier iniciativa que nos haga avanzar. Los laicos de las parroquias pueden hacer mucho más de lo que piensan, animando a sus sacerdotes y a los responsables a estudiar el «ecumenismo» y a organizar jornadas, retiros, conferencias para que los católicos estén listos para actuar, cada uno según sus talentos.