La tradición oriental y ortodoxa
La herencia judía.
Para los judíos las faltas contra la Ley tienen compensaciones de orden legal, expiaciones meramente rituales por sacrificios de animales, con independencia de los sentimientos del corazón. Sin embargo, junto a la expiación ritual de los pecados hay una expiación interior: expiar el pecado por la oración y la penitencia, y también por la intercesión de los justos en favor del pecador.Al contrario de lo que dicen algunos sacerdotes en los velatorios, a saber que quienes vivimos en este mundo no podemos interceder por nadie, la Biblia está llena de ejemplo de perdones concedidos por la intercesión de los méritos de los justos: Abraham pide el perdón de las ciudades culpables (Génesis 18:17); el episodio de Abimelech que raptó a Sara (Génesis 20); mediación de Moisés a favor del pueblo rebelde (Números 14:13-19); Samuel reza por el pueblo de Israel (1 Samuel 12:19). Otras veces el mismo culpable expía su falta por su propia oración y penitencia: el pecado y la confesión de David (2 Samuel 11-12); crimen y arrepentimiento del rey Ajab (1 Reyes 21:27); falta del rey Ezequías que se humilla ante el castigo divino (2 Reyes 20:12-19).
Dos ideas aparecen con claridad:
1°. La necesidad de una expiación por el pecado, y 2°. La ley de solidaridad que permite que un justo se sustituya a un pecador (Isaias 53).
La teología judía insiste sobre los méritos de los padres, las buenas obras de los justos y la eficacia de sus sufragios, por ejemplo los jóvenes macabeos salvando al pueblo por su sacrificio.En realidad, lo esencial de nuestro dogma católico del Purgatorio se fundamenta en esos dos elementos:
1°. Es necesario expiar las faltas personales y colectivas. 2°. La intervención de los justos a favor de los pecadores es eficaz.
La Tradición oriental y ortodoxa de los siglos I al III, parte de estos dos elementos, y por supuesto de la revelación del Nuevo testamento.