Sociedad

La naturalización de lo antinatural

Héctor Aguer

Un dato que define a la cultura que se impone en el mundo es la negación de la idea y la realidad de la naturaleza. Es una negación metafísica, con una proyección inmediata en el concepto del hombre. La naturaleza es la esencia y propiedad de cada ser. Según la nueva visión de las cosas, nada fue dado o recibido, todo lo construye  el hombre. Y se llama constructivismo la teoría sociológica que afirma que la realidad -incluso el ser humano en su original bipolaridad de varón y mujer- es fruto de la evolución de la cultura, del ingenio y la labor del hombre. Así se niega la Creación. De Dios nada recibimos, ya que todo es fruto del devenir histórico; lo hacemos nosotros.

El ejemplo más claro de esta postura es la ideología de género, que altera la realidad humana; según esta falsa idea en la que culmina la revolución sexual de los últimos años y acelerada ahora, no hay una naturaleza de la persona varón y una naturaleza de la persona mujer. La feminista S. de Beauvoir, en El segundo sexo, afirma que mujer no se nace, se hace; y según ella, la mujer sería un producto intermedio entre el macho y el castrado.

El reemplazo de «sexo» por «género» se ha hecho común en el lenguaje, sobre todo por influjo de periodistas ignaro e ideologizados, y por quienes repiten lo que se pone de moda. Extraño es que en una época en la que se diviniza al cuerpo y se le rinde culto, también se lo desprecia y contradice; la realidad biológica impresa en el cuerpo sería absurda. El género se elige según la tendencia de cada uno y el cuerpo se acomoda a la percepción interior mediante cirugía o ingesta de hormonas. Puede verse en internet un caso en el cual la confusión llega a un extremo irrisorio -mueve más bien a llanto que a risa- un hombre, que es en realidad una mujer, embarazado por una mujer, que en realidad es un hombre. Los videos de conductas contra la naturaleza son perversos.

El colectivo que reúne a gente cuya conducta se hace pública y reivindicada como derechos, intenta que se admitan como naturales y legítimas muchas mezclas caprichosas en nombre de la no discriminación. (El verbo discriminar tiene dos sentidos. Uno es positivo: separar, distinguir, diferenciar una cosa de otra; al discriminar no se infiere agravio ni trato de inferioridad a nadie; no es posible pensar ni hablar sin discriminar. Otro es inaceptable, ya que todas las personas merecen ser respetadas, no deben ser víctimas de desprecio y exclusión).

Los cristianos hemos de rezar y hacer objeto de nuestro amor a quienes han sido absorbidos por la manera de pensar y de vivir contra naturam. Ahora bien, quienes niegan que exista lo natural, suelen acusar de discriminadores a quienes afirman que existe una naturaleza humana de la cual se siguen ciertas conductas objetivas, que son las humanas. El INADI funciona negando lo natural. Quienes profesan la ideología de género discriminan mal a la única discriminación válida en este ámbito, la que establece la distinción original recogida en el inicio de la Biblia: Dios creó al ser humano a su imagen.. varón y mujer los creó (Gén. 1: 27). La S. Escritura asume un dato del sentido común: el varón es para la mujer  y viceversa (Gén. 2: 18. 21-25); sus cuerpos ajustan el uno en el otro, y también sus almas.

De la naturaleza proceden las conductas acordes, que configuran un orden humano, del que se siguen la ley natural y el derecho natural, que ha sido expuesto por eminentes juristas. Que muchas personas incurran en conductas antinaturales, no invalida la realidad objetiva. Para ser concretos, estas afirmaciones que son de índole  metafísica, caben en un argumento sencillo e irrefutable: el miembro viril no ha sido hecho para introducirse en el ano de otro varón, y para ser succionado por este; si tal cosa ocurre se frustra su finalidad, pues el semen, poblado de millones de semillas de vida, tiene por destino la vagina de la mujer. Así puede juzgarse de otras combinaciones antinaturales. Las conductas que encuentran sentido como expresión física del amor se degradan en la busca de un placer egoísta, que Freud calificó de perverso e impúdico.

La propaganda gay es aplastante y trastorna la mente de multitudes, sobre todo de jóvenes,  que suelen razonar así: yo no lo hago, a mí no me gusta, pero cada uno es libre de vivir como le parece; si les gusta, para ellos es bueno. El relativismo y el subjetivismo dominan en una especie de moral individualista, ajena a la dimensión social del ser humano. El gobierno promueve esta nuevo rumbo cultural. El ex presidente de la Nación, hablando en una reunión de mujeres del G20 se jactó de haber habilitado el debate sobre la legalización del aborto, y afirmó que en la Argentina rige transversalmente la perspectiva de género.  Es probable que no sepa bien de qué se trata. La perspectiva es una manera de ver o representarse las cosas desde un punto; en cambio, el discurso sobre el género es una ideología, un conjunto completo de tesis que pretende interpretar la realidad humana de modo reductivo, y que reemplaza las nociones de naturaleza y de sexo. Para la reciente elección, la propaganda del partido o alianza oficial subrayaba su nombre con los colores del arco iris en una franja. ¿Un alarde de exquisitez, o un guiño a los votantes que enarbolan esos colores como bandera? Otra ridiculez política argentina: la izquierda asume las reivindicaciones de la burguesía, ¿sabrán qué piensan los pobres?

Los medios son un factor principal en el intento de cambiar la mente de la gente, a pesar de que el uso anárquico de las redes altera un tanto el panorama, para bien y para mal. Otras conductas destructivas son difundidas como si fueran lo normal, lo que ahora se hace, lo natural. Por ejemplo, se exponen a la curiosidad pública, con lujo de detalles y actualización permanente, los amoríos fugaces de gente de la farándula.

Otro responsable: el showman con posibilidades políticas, también exhibe en el show la vida privada de sus bailarines, y promueve entre ellos superficiales uniones; que tal engendro tenga buen «rating» mide hasta qué nivel hemos caído. Estos hechos revelan la dimensión del declinar cultural de nuestra sociedad. Si se dice que también pasa en otras partes, podríamos decir: mal de muchos, consuelo de tontos.   Gracias a Dios, queda gente que supera ese desmadre. La naturaleza se defiende de ataques injustos, como en algunos casos de varones convertidos en mujeres, a fuerza de hormonas; con el tiempo asoman ciertos rasgos de la virilidad. Incluso no se podrá abolir del todo la realidad; las familias normales, padre, madre, hijos, matrimonios que duran para siempre. En silencio, luchan por una sociedad digna de la condición humana.

Un comentario

  • RUBÉN BRES

    El país necesita líderes espirituales y valientes como Monseñor Aguer. Especialmente en estos momentos tan oscuros que vive el país rodeado de corrupción e ideólogos que como pirañas buscan carcomer los cerebros de los más jóvenes para sumar votos. Es un orgullo que este hombre escriba para Guía y Consejo, y que defienda pese a las persecuciones de todo tipo que sufre y sufrirá los valores esenciales de lo natural y lo divino.

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