La Argentina Hambrienta

La Misa Dominical

Han fracasado las críticas, sospechas y predicciones de muchos teólogos sobre la desaparición de las parroquias. Ni siquiera se puede decir que como institución es inadaptada o envejecida. La parroquia sigue teniendo vitalidad, que la hace resistir al desgaste de cualquier institución. Nuestra gente sigue «asistiendo» a Misa y el número de los que participan con entusiasmo, establemente y convencidos crece cada día. En esta institución secular que está buscando ser un foco de alegría y esperanza cristiana en el mundo, sobrevive la Iglesia de Cristo. Parroquia, significa «junto a las casas», e.d. la casa entre las casas. Un hogar más para recordarnos que necesitamos vivir en hogares fraternales y alegres, donde continuamente nos reponemos del desgaste de la sociedad.

1.- La imagen de nuestras Misas

La Iglesia es el Reino de Dios, pero sólo en germen. Por eso, sus asambleas están sometidas a las debilidades e imperfecciones de todo lo humano. Las misas parroquiales del domingo (y vespertinas del sábado) son columnas de la vida de la Iglesia. No hay ninguna otra reunión de católicos que se la pueda igualar. Y hay infinidad de esas reuniones en un día… Otros grupos tienen que hacer convocatorias anuales para impresionar en un estadio, que nosotros juntamos cada domingo. La Misa es, sin olvidar los aspectos doctrinales, el momento por excelencia donde se dan 3 datos capitales de la espiritualidad cristiana: (a) el encuentro de los creyentes con Dios y su Palabra, con el sacrificio de Cristo; (b) la participación en el Misterio Pascual de Jesús y en la vida de la comunidad de fe; (c) la comunión íntima con Cristo y con la asamblea que desea la paz y la que unidad. Encuentro, participación y comunión son el principio de la alegría que caracteriza a la Iglesia, y de la esperanza que nos da fuerza en un mundo parece «al revés». Cada Misa dominical es un anuncio de la unidad que podemos lograr y que nunca está alcanzada por completo. Cada domingo rompe la monotonía de la existencia con un llamado a vivir del Espíritu Santo.

2.- Importancia de la asamblea dominical

La asamblea del domingo construye la comunidad. Se ha dicho que la Eucaristía hace la Iglesia y que la Iglesia hace la Eucaristía. Del mismo modo, la Misa hace la asamblea. Los cristianos tan distintos reunidos en la iglesia parroquial, reciben un mismo llamado a evangelizar, a vivir como hermanos, a ayudar a los pobres. Nuestras misas no son reuniones de amigos (nos libre Dios de que lo fueran, pues pronto nos convertiríamos en secta); incluyen también a los enemigos, que hacen el supremo esfuerzo de darse el saludo de la paz, según la inspirada fórmula de S. Francisco de Sales: «Si mi enemigo me arrancase el ojo derecho, me quedaría el izquierdo para sonreírle; si me arrancase los dos, tendría el corazón para amarlo».

La Misa parroquial del domingo es algo más que una reunión múltiple en la que caben varones y mujeres, niños, jóvenes y ancianos: es una expresión viviente de la Iglesia como misterio de comunión en Jesucristo. Por eso, pese a los intentos de encerrarla, la asamblea católica del domingo supera a las ideas que dividen aunque aparentemente pretendan la unidad, que conducen al conflicto, aunque parezca que quieran la paz.

3.- Reunidos en el Espíritu Santo

El domingo es el día de la renovación interior y exterior del hombre.que se reconstruye por el comentario de la Biblia, la doctrina moral, el canto, el cate cismo de adultos, las informaciones comunitarias recibidas en la Misa. ¡Cuántas cosas se esperan de una hora semanal! Pero, no se da de golpe: la Iglesia se va haciendo según un ritmo de años. Poco a poco los fieles asumen la animación de su asamblea, y los mi-nistros animan a sus fieles. El resultado no es un producto humano: es el fruto del Espíritu Santo que reúne a los dispersos y acerca a los desconocidos. ¡Cuánta gente distinta se reúne en nuestras iglesias! La Iglesia es católica, abierta al hermano pródigo que se fue, pero puede volver en cualquier momento. El domingo, que celebra la Resurrección de Jesús, es un día propicio para eso.

De la Misa dominical podemos obtener los dones e inspiraciones que permiten trabajar en el mundo por la justicia y la paz, por la libertad y el amor. La Misa de cada domingo en la parroquia, es una ocasión para despertar la fe, o mantenerla, o reavivarla. Nuestra fidelidad a la Misa dominical nos promete ale gría y esperanza.

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