La madre
No te explicas porqué recuerdas, hoy, aquel sueño que apareció una aurora de hace treinta años. Estabas devastado por el tifón que llevó a tu madre. Una experiencia semejante quedó atrapada ante el vuelo de tus hermanos Chiche y Oscar y le sumó claridades complejas cuando le tocó a tu padre. Abres los ojos y aunque no ves afuera sabes, por intuición, que está naciendo el alba. Te despiertas con el rostro sereno y buscar tu famoso Cuaderno de Sueños. Escribes veloz lo que ha surgido de tu inconsciente: «Se te representa un parque bellísimo con el pasto color verde claro y, tan parejo, que equivale a un largo interno. En el medio del prado se alza un edificio hermoso. Es similar a una perspectiva de Alessandro Salucci que viste en el palazzo della Farnesina en Roma. Se adivina un precioso túnel, muy largo, que termina en una peana con flores que se derraman.
Tu edificio no es así. Es cierto que es una vasta oquedad. En vez de relieves sobre los costados que llevan al fondo, se destacan nichos fúnebres. Buscas uno con la identidad de tu madre. Allí te detienes un momento con los ojos alucinados.
Sientes que tu sangre bulle apiadada. Luego caminas hacia el fondo. En lugar de las flores hay sólo un enorme arco romano que, guía fraterno, se abre invitándote a andar hacia el parque. Adviertes, allá lejos, el verde que prosigue. Vas decidido hacia la salida y hallas, otra vez, un vergel paradisíaco».
Te duermes enseguida. Es demasiado temprano para levantarte y la primera misa la celebra Joaquín Sucunza. Intentas seguir soñando con aquel edén pero no puedes, te vence una calma profunda apoyada en dúctil incienso.
A la hora precisa suena el despertador. Te levantas y compruebas tu cuaderno abierto con la lapicera. Lees lo que escribiste. Comprendes el mensaje del inconsciente: tu madre te dice que sigas, que la vida no terminó para ti. El jardín continúa, la tierra necesita riego. Demasiadas cosas necesitan cuidado.
¡Qué serenidad experimentas! Hace mucho tiempo que estabas en la tumba junto a ella. Sales ahora eufórico a realizar tu misión.
Un comentario
Alejandro Seijo
Bellísimo Monseñor! Muchas gracias. Bendiciones.