Catequesis

La imposición de manos:

Cada 29, en la memoria del Ángel Gabriel, se imponen las manos sobre creyentes que sienten la debilidad de una enfermedad o emoción. Y lo mismo se hace cuando se administra el Sacramento de la Unción a los débiles.
¿Qué significa este gesto, por que se hace,quien lo inventó? ¿Cuál es su efecto?
Este gesto es tan antiguo como los humanos. No se importa de ningún país. En cualquier cultura se ha practicado, sea por chamanes, brujos, hechiceros, ministros de las religiones, o en familia. Las razones hondas de este gesto y por qué es necesario muy poca gente lo sabe. La Iglesia Católica, en su sabiduría milenaria, manda este gesto para cada uno de los siete Sacramentos. Se imponen las manos en el Bautismo, la Confirmación, sobre el pan y el vino antes de la consagración de la Eucaristía, en la Penitencia, la Unción de los enfermos, el Matrimonio, el Orden sagrado. San Pablo lo menciona. Jesús imponía las manos según los evangelios.
A fines del s. 19 se re descubrió el valor del gesto, sin conocer la razón que esconde.
La vida nos sacude y nos gasta como sucede con la ropa y las casas. Con el alma humana pasa algo semejante: cuando la Gracia del Espíritu Santo fue echada por el pecado, el hombre comienza a deshilacharse. Tenemos un vestido sutil en nuestro ser, que por los vaivenes de la existencia tiene roturas. Esa es la debilidad que sentimos.
La imposición de manos es una oración al Espíritu Santo de Jesús para que nos devuelva la energía perdida. Para surtir efecto, requiere que la gente se confiese de sus pecados y esté convencida de que debe comenzar una nueva vida.
Si se quiere recibir esa energía, es preciso que hayamos construido un templo espiritual en nuestro interior; de lo contrario la energía de Dios que transmite el sacerdote se pierde y nada se recibe. Por eso, hay que prepararse con cuidado y examinar su interior. Quien no tiene un recipiente adecuado para esa energía divina, la pierde y hace perder el tiempo a los demás. Las personas que no viven de la oración, que faltan a Misa, que no se confiesan, que no ayunan, que no contribuyen a mantener la Iglesia, que viven en pecado notorio, es inútil que se acerquen. Sus enfermedades no pueden sanarse porque no hay «capacidad» para recibir. Es como querer poner cosas en un ropero lleno: antes hay que sacar lo inútil, descartar lo que no se necesita.
Entonces y sólo entonces, puede ser que el efecto no se haga esperar: se siente la energía renacer en nosotros. Más aún, los enfermos se sana, los devastados se levantar de su postración. Por la Fe, el efecto de la Imposición da más resultado que los tratamientos médicos o psicoterapéuticos.
El alma humana se revitaliza y puede seguir el camino. En cambio, la amargura y el fracaso la dejan postrada y preparada para la muerte. Jesús quiere la Vida que da el Espíritu.

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