
La Iglesia es un espectáculo
Somos cristianos, aunque hayamos permitido en nuestra vida la confusión moral y algunas actitudes inadmisibles. Pensemos en la moda del concubinato aceptado como normal…, en el desinterés por los ancianos y los enfermos dejados en manos de la medicina. Estamos contagiados de indiferencia y apatía. Nos hemos replegado en casa para ver la tele o navegar por internet. El Espíritu Santo nos llama a la caridad y nos hemos vuelto egocéntricos. Nos aterraba el comunismo y ahora somos materialistas, consumistas, ansiosos de placer y sospechamos de todos. Nos pensamos humanos y aceptamos sin protesta el control de las grandes finanzas. La lista de dislates sigue.
En este clima, ¿cómo podrían surgir vocaciones al sacerdocio y la vida religiosa? Al estar atrapados por las sensaciones, es difícil tener fuerza en las convicciones. D. Parisot distinguía tres imágenes de Iglesia: la imagen querida (la nuestra); la imagen entregada (los medios); y la imagen proyectada (la de la gente). Queríamos que nos consideraran una Iglesia servidora y la imagen proyectada es la de una Iglesia poderosa. G. Danneels decía: “Poca gente, incluso a los fieles, tienen una visión justa de la Iglesia. La ser de la Iglesia, sólo se puede captar con los ojos de la Fe: se niega a ser definida por tipos sociológicos.
Muchos consideran a la Iglesia como una institución, muy jerárquica, que reacciona sólo cuando se trata el aborto. Eso no gusta a la gente de hoy, celosa de su autonomía, su libertad de ideas y acción. Lo único que se reconoce a la Iglesia, es dar a la gente servicios. La Iglesia sería un mercado espiritual. Esta imagen de Iglesia resulta de muchos factores unidos: los medios, el individualismo, y un sentido práctico al que no le importa la mística. El ser de la Iglesia, signo visible de un mundo invisible, ha dejado lugar a si vende lo que es útil. No nos interesa el ser de la Iglesia, sino saber cómo nos sirve… La Iglesia ha sido reducida al papel de servicio. La Asistencia pública es valorada, no amada‟. Estas ideas plantean un desafío a los católicos. No se trata de hacer algo para tener contenta a la gente, sino de anunciar de nuevo a Cristo, hallar otros caminos para los sacramentos, y dar testimonio de esperanza en esta época de depresión y egoísmo
