Catequesis

La grave crisis de la Iglesia

El futuro de la Iglesia vendrá de la fuerza de quienes tienen raíces hondas y viven de su fe. No se precisan recetas, adaptaciones, críticas, caminos cómodos, declarar superado y tiranía lo que nos obliga al desapego. El futuro lo marcan los santos.

Hoy apenas podemos percibir a Dios, porque es fácil huir de la hondura de nuestro ser, anestesiados por la comodidad. Así, lo más profundo del alma sigue sin explorar. Si se ve bien con el corazón, ¡que ciegos estamos!

Permanecerá la Iglesia que cree en el Dios que se ha hecho hombre, Jesucristo, y nos promete la vida eterna. El clérigo burócrata puede ser suplido por terapeutas y especialistas. Seguirá siendo necesario el sacerdote no especialista, que no se eche atrás cuando aconseja en su tarea, sino que en nombre de Dios está disponible y se entrega a la gente en sus tristezas, sus alegrías, su esperanza y su angustia.

Así surgirá una Iglesia que habrá perdido mucho. Se hará pequeña, tendrá que empezar desde la base. Ya no podrá llenar edificios hechos en épocas más favorables. Perderá adeptos, y privilegios en la sociedad. Será una comunidad de la libre voluntad, a la que sólo se entra por una decisión. Al ser comunidad chica, reclamará con fuerza la iniciativa de cada miembro. En estos cambios la Iglesia encontrará con valor su esencia: la fe en el Dios trinitario, en Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre, la ayuda del Espíritu que dura hasta el fin. La Iglesia reconocerá en la fe y la oración su centro y celebrará con amor los sacramentos y no como un asunto de ritos.

Será una Iglesia más espiritual, menos interesada en su poder político. Esto la hará pobre y simple. El proceso resultará difícil porque los hombres serán solitarios en un mundo planificado. Experimentarán, cuando prescindan de Dios, su horrible pobreza. Y entonces descubrirán la comunidad de los creyentes como algo nuevo, la respuesta que buscaron a tientas. Ya no será la fuerza dominante en la sociedad. Pero florecerá y se hará visible como ciudad que da vida y esperanza más allá de la muerte.

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