La gallina anciana
Había una vez unos pollitos que estudiaban en un local oscuro. Papá gallo era mandón y decía: No pierdan el tiempo jugando y saltando. Tienen que estudiar mucho para poder buscar alimento y defenderse.
Un día se le presentó el Ángel de María y le dijo: Yo soy Gabriel, el que está delante de Dios. Tengo algo que decirte. Señor gallo: ¿Por qué obligas a tus hijos a estudiar tantas horas en el gallinero oscuro? ¿No sabes que la falta de luz les daña la vista? ¿Y quién te dijo que no se aprende cuando se juega?
Replicó el gallo: No sabía esas cosas. Pero, ¿Si no estudian, de qué van a vivir?
Cerca reposaba una anciana gallina en un lindo jardín. Con una sonrisa miró al gallo y dijo: Tráelos aquí. Apenas amanece, la luz del sol inunda de energía este lugar. Se sentirán bien: harán sus deberes y jugarán. ¿No sabes que nuestra vida es muy corta? Un pollito capaz, que rengueaba, agregó: Es verdad, papá. El labrador pasa cada día por allí y nos deja agua fresca.
Papá gallo dijo al Ángel: Gracias por tus consejos. Si bien me parece que tendrías que advertir a los humanos: en las escuelas de este pueblo los chicos se aburren de la rutina.