La decadencia del mundo occidental y el diluvio que viene
( basado en la Vida de Jesús por Benito XVI (p.37s): sobre el Padre nuestro)
Todas las tentaciones brotan de una fuente corrupta que llevamos dentro. Son los 7 canales del pecado: soberbia, ira, gula,avaricia, pereza,, lujuria, envidia. Vamos a detenernos sólo en tres de las más arraigadas en la sociedad actual.
1. La primera es la tentación de tener en vez de ser.
Una persona vale por lo que es, no por lo que tiene. Esta sociedad materialista y llena de intereses, ha dado vuelta a ese principio. Ha convertido en ídolo el tener, el poseer, el acumular más dinero, más cosas, más pisos, más fincas, más acciones en el banco, más joyas…en una palabra dejarse llevar por las cosas materiales que el mundo aprecia y busca con frenesí, y que esclavizan. Sin embargo la Palabra de Dios está ahí y sigue viva: No se puede servir a Dios y al dinero. Y no sólo de pan vive el hombre sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. Y la voz de Pablo VI: Para ser feliz no basta que el hombre crezca en lo que tiene; es preciso que crezca en lo que es.
2. La segunda puede ser la corrupción generalizada de la sociedad, a todo nivel. Es un vergonzoso espectáculo el que se contempla a diario desde los medios de comunicación: robos, fraudes, estafas, abusos del poder o del cargo, para satisfacer la propia ambición, placer, o por nepotismo y amistad. Sin escrúpulo alguno venden su dignidad, su responsabilidad para comprar el voto, para premiar favores recibidos, o para acallar las voces que recuerdan las verdades. ¿Dónde queda el juramento de servir al pueblo y a la sociedad que hicieron al tomar posesión del cargo? Y ¡cuántos casos más están ocultos y enterrados en el olvido para siempre!
3. La tercera tentación es la peor de todas, porque es la fuente que alimenta todas las demás y marca el rumbo de la sociedad. Es la dictadura del relativismo moral. No existirían valores absolutos pues “El hombre sera la medida de las cosas”. La gente de hoy entiende la moral como el conjunto de usos y costumbres, cuya validez depende de cada uno, o incluso de sus propios intereses en cada momento concreto. ¿A dónde nos puede llevar este subjetivismo? Adónde está llevando ya la sociedad. A tirar por la borda las verdades básicas, incluso las que atañen a la dignidad de la persona, al destino del hombre y al mismo honor de Dios Creador.
Hay que reflexionar mucho sobre esto porque también nosotros estamos metidos en esa bolsa, y ¿cómo hacemos para ser la sal de la tierra, como quiere Jesús?
Osvaldo Santagada