La cultura clásica y la cultura práctica
Durante 19 siglos la cultura era opuesta a la barbarie, porque se creía que la cultura era universal y permanente, y por eso, única. Eso es clasicismo. Pero, la busca sobre el hombre y su historia hacen ver muchas culturas. Por eso, la idea de una cultura única es equivocada.
Una cultura es un conjunto de símbolos, ideas y valores que marcan un modo de vida común. Por eso, hay tantas culturas como conjuntos distintos de símbolos y valores. Al haber tantas culturas debemos evitar hablar de barbarie y aceptar el pluralismo. Hoy se concibe la cultura de modo empírico. Las culturas empíricas que llevan al pluralismo pueden permanecer inmutables, o ser parte de un lento desarrollo; o bien, desintegrarse.
Hay una cultura inferior: la de quienes, si bien viven en un mundo de valores (más que experiencias), no reflexionan sobre ellos. Esa cultura cae en la magia y el error.
Existe también una cultura superior: la de quienes piensan sus acciones y salvan el sentido. Es el caso de los inventores de alfabetos para remplazar de modo visual los sonidos; o los que hacen diccionarios para fijar el sentido de las palabras; o gramáticos para controlar el armazón del lenguaje; o los que analizan discursos o textos mediante la lógica, para afirmar si hay coherencia; o los que interpretan la relación entre lo que posee valor y su sentido; o los pensadores que ven la disparidad entre lo clásico y moderno.
En esta cultura superior se dan dos modelos: clásicos y pluralistas. ¿En qué difieren? En el modo de control. La cultura clásica controla mediante una idea fija y universal que sirve para siempre. En el pluralismo, en cambio, los controles evolucionan.
La resistencia al pluralismo se da en los cristianos por dos razones: porque no ven los cambios en las culturas; y porque los cambios se hacen en un ámbito hostil al cristianismo. ¿Qué necesitamos? Una cambio mental. Este cambio enseña que conocer no es sólo “ver” la realidad, sino también experimentarla, entenderla, juzgarla y creerla.