La Argentina Hambrienta

La comunicación social

Me provocan estupor los lamentos de algunos comunicadores sociales ante los males existentes en la sociedad: violencia, droga, abusos, corrupción falsedad. ¡Que extravagancia es la de lamentarse de los males que uno mismo contribuye a crear! Precisamente los comunicadores sociales y los dueños de esos medios (grandes o pequeños) despiden a las personas que tienen perfiles «decentes» y contratan a los que aceptan ser «zafados». Así podemos oír por la radio y ver por la televisión, o leer en los diarios, asuntos de gran suciedad como si fueran «la cosa más natural». Se entorniza la inmoralidad en la vida cotidiana a través de una tira «cómica» o del chiste radiofónico, o de la escena televisiva. Se le permite la entrada en mi casa a las violencias que cuentan las personas por radio o por tevé. Se acepta que las «estrellas del jet set» relaten sus episodios escabrosos y se deleiten en aparecer en público, y si son famosos, como ciertos «príncipes» o «cantantes», tanto mejor. Se ríe uno de la pobre gente que no tiene a nadie con quien conversar, y aprovecha radio o tele para contar sus vidas abyectas. Se miran espectáculos miserables y dignos de la basura, y se tolera que lo vean los mismos niños en nuestros hogares, so pretexto de que tienen que aprender «la vida».

Frente a esto no me queda otro remedio, aunque no sea aficionado al deporte, que desear que llegue pronto un partido de fútbol o un festival de folklore (aun si canta algún esperpento) para sentir respiro ante tanta inmundicia.

Lo que la gente quizá ignore es que casi todo lo nauseabundo está previsto y buscado por anticipado. ¿Por qué, si no, han desaparecido los animadores decentes, de perfil impecable? Los ataques que sufre el ciudadano no solamente son contra la ética, sino contra la misma estética. Si la gente, incluyendo niños, es educada en las costumbres más asquerosas, ¿cómo se pretende que después la sociedad proceda limpiamente? La Jornada de la comunicación social es un llamado a revisar por qué motivos falsamente culturales y probablemente económicos, oímos tanta cosa burda y vemos tanta zafiedad.

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